La evolución social de un Arte Vivo
El KarateDo como lo conocemos hoy en día, sería irreconocible para los okinawenses de finales del siglo XIX.
El KarateDo como lo conocemos hoy en día, sería irreconocible para los okinawenses de finales del siglo XIX.
Hajime y Yame son las partes vitales de un Kata. El Yin y el Yang. La vida y la muerte. El Principio y el Fin. Ambos son momentos de reflexión previa.
Un hombre alto, de rostro adusto y angular. Su voz firme y decidida demostraba la seguridad del experto. Y así lo era. Gsodam Sensei es un respetado instructor de alto grado de Jundokan, Sibucho en Austria, una de las escuelas más grandes de Europa.
Nacido como un “Cuento de Abuela”, Ada Gallardo logra en este relato corto, introducirnos en medioevo japonés como si mirásemos por un antiguo zoopraxiscopio.
Algo de “realismo mágico”, algo de “literatura de viajes” en una aventura que esperamos no sea la única.
Chuck Merriman Sensei comenzó su entrenamiento en artes marciales en 1960. Primero estudió Judo y luego, en 1962, comenzó la práctica del Karate con Chris DeBaise, Peter G. Urban y Ei’Ichi Miyazato Sensei.
Luego de la invasión del clan del tozama daimyo Shimazu Tadatsune en 1609, el reino de Ryūkyū se vuelve a acomodar lentamente actuando como intermediario comercial entre Japón y China.
La historia del Karate, cómo toda historia del hombre que abraza un sueño, es un laberinto complejo, de formas curvas y repleto de afluentes que condicionan los hechos y los alejan del relato lineal.
El KIHON (基本) es la base del karate. En japonés significa base, fundamento, estándar. Como tal, sirve para edificar algo encima, y de ahí su importancia en el proceso de aprendizaje. Sin KIHON no hay KARATE.