por Lic. Pablo Eduardo Scurzi
Existe una percepción universal, casi intuitiva, que todos experimentamos: la necesidad de un espacio personal, una zona de confort físico que rodea nuestro cuerpo. No se trata de un perímetro fijo, sino de una frontera dinámica y elástica, que se expande o contrae en función del contexto, la familiaridad y el estado anímico.
La gran contribución académica, la que transformó esta intuición en un objeto de estudio científico, provino del antropólogo Edward T. Hall.
Edward T. Hall nació en Webster Groves, Missouri, USA el 16 de mayo de 1914, y falleció en Santa Fe, Nuevo México, el 20 de julio de 2009. Sus investigaciones estuvieron profundamente influenciadas por su experiencia intercultural. Pasó muchos años trabajando y observando a diversas culturas, incluyendo un tiempo significativo con tribus nativas americanas como los navajos y los hopis. Estas experiencias fueron fundamentales para que desarrollara sus teorías sobre la proxémica (el uso del espacio) y la comunicación intercultural.
Fue él quien, con una agudeza extraordinaria, sistematizó esta realidad y le otorgó un nombre: la Proxémica.
La proxémica, por tanto, se erige como la disciplina que analiza el uso estructurado que los seres humanos hacemos del espacio social y personal, entendiéndolo como un lenguaje no verbal de enorme poder. Hall, en un ejercicio de notable precisión, cartografió este territorio invisible estableciendo una serie de esferas concéntricas, cuatro distancias prototípicas que regulan nuestras interacciones:
1. La Distancia Íntima (0 – 45 cm): Representa el círculo sagrado, el ámbito reservado para los vínculos de máxima confianza: la pareja, los hijos, la familia inmediata. La intrusión de un elemento no deseado en esta esfera genera una reacción visceral de incomodidad y defensa.
2. La Distancia Personal (45 cm – 1.2 m): Constituye la denominada ‘burbuja personal’. Es el espacio de las interacciones amistosas y las conversaciones casuales. Es la distancia del diálogo cómodo, donde el intercambio fluye sin invadir la esfera íntima.
3. La Distancia Social (1.2 m – 3.6 m): Es la zona que demarcamos para las transacciones impersonales y los contactos formales. Es la distancia del dependiente, el colega no cercano o cualquier interacción que no requiere una conexión personal.
4. La Distancia Pública (más de 3.6 m): Se reserva para la comunicación dirigida a un grupo. Es la separación natural que adopta un conferenciante, un profesor o un artista frente a su audiencia, donde la comunicación se proyecta y se generaliza.
Dicho de otro modo, estos niveles proxémicos no existen en el vacío. Se interrelacionan con otros constructos psicológicos y sociales fundamentales.
El término ‘Burbuja Personal’ actúa como una metáfora popular y sumamente eficaz para visualizar este principio.
El concepto de ‘Intimidad Espacial’ profundiza en la vertiente psicológica: la necesidad inherente de todo individuo de ejercer control sobre su entorno inmediato y el acceso a su persona. En la base de todo, subyacen los ‘Límites o Fronteras Personales’. Este es el concepto más abarcativo, pues trasciende lo físico para adentrarse en lo emocional y lo psicológico. Son estos límites los que, en última instancia, definen el tamaño y la permeabilidad de cada uno de los círculos de Hall.

Los círculos de Hall y las artes marciales
Para el artista marcial los círculos de Hall no son simples distancias sociales; son capas de presencia y resguardo. No se miden en centímetros, sino en intención.
En la distancia pública habita la vigilia: un territorio donde la amenaza aún es hipótesis, y la mirada lee gestos antes que movimientos. Es el umbral de la disuasión oral.
En la distancia social la alerta despierta. Cuando alguien cruza este borde sin propósito claro, la quietud se vuelve postura. El cuerpo organiza su centro, las manos encuentran su lugar natural. No hay confrontación, pero ya no hay distracción.
La distancia personal es la línea roja. Su violación no es malentendido, sino inminencia. Aquí nacen las defensas iniciales, el desvío, el bloqueo breve, la semilla del contraataque. Es el espacio donde la intención ajena se vuelve acción posible.
Y en la distancia íntima comienza el pulso crudo del cuerpo a cuerpo. Golpe corto, palanca, control. Quien te recibe aquí, te confía su vida; pero quien invade este ámbito sin permiso, irrumpe en tu dignidad y declara hostilidad.
Estos círculos no hablan de comodidad, sino de tiempo de reacción y soberanía personal. Cuidarlos no es rechazo al otro: es respetarse a uno mismo. Es el arte sereno de preservar la integridad sin perder la humanidad.
Autor

Profesor Universitario en Educación Física (UAI), Licenciado en Educación Física (UAI), Técnico Universitario en Deportes de Combate (UNLZ), Kinemiatra (UNLP).
Representante en Argentina y America Latina del Okinawa Jundokan So Honbu, 7° Dan Goju Ryu.
