ASPECTOS PSICOLÓGICOS DEL ENTRENAMIENTO EN LAS ARTES DE COMBATE

Tesis de Andrés J. Curto ©2015

ACLARACIONES INICIALES

El presente trabajo busca analizar los aspectos psicológicos del entrenamiento en las artes de combate, desde una perspectiva científica, con carácter de meta análisis.

Si bien no supone la realización de experimentos novedosos, si busca recopilar y analizar los resultados de diversos estudios y experimentos realizados a la luz de la premisa central.

Se han analizado las “artes de combate o “artes marciales” en general (usando estas palabras como sinónimos de ahora en más, sin entrar en discusiones terminológicas), entendiéndolas como sistemas de enseñanza de ciertas técnicas físicas y lineamientos metafísicos, sin distinguir estilos o escuelas.

Cualquier sistema que encaje en este esquema general puede interpretarse como objeto del presente.

No buscamos una definición de arte marcial o de combate ni mucho menos. Tampoco clasificar dentro de esta denominación los diversos sistemas de enseñanza que pueda haber. Esto no implica desconocer las obvias diferencias entre los diferentes sistemas que han recibido tal nombre, de hecho los distintos estudios analizados hacen referencia a cada uno de ellos por separado. Pero no existe en este trabajo ningún juicio de valor sobre las mismas.

También se realiza más adelante una diferenciación entre los estilos que se llamarán “tradicionales” y aquellos “modernos”, no con ánimos de etiquetarlos, sino con un énfasis científico buscando individualizar los elementos presentes en cada uno de ellos y en función de sus efectos psicológicos en sus practicantes.

El trabajo incluye un breve raconto de conceptos o teorías psicológicas que permiten desarrollar la premisa y analizar los resultados. No es más que un pequeño marco teórico para introducir a aquel que no esté familiarizado con dichos tópicos, y no aspira a ser siquiera un resumen de la materia, mucho menos una exposición académica.

La corriente de psicología cognitiva reseñada y utilizada para la evaluación, es elegida por ser la predominante desde un punto de vista estrictamente científico, y por ser la que otorga hipótesis más plausibles para explicar los fenómenos que analiza.

El objetivo del presente es utilizar dichos conceptos para analizar en su conjunto los resultados de los trabajos reseñados, y psicológicos del entrenamiento en las artes marciales.

INTRODUCCION

Las artes de combate se desarrollaron originalmente precisamente, y valga la redundancia, a los efectos del combate.

Pero, obviando cualquier consideración dogmática o ideológica, como todo aspecto de la vida humana están en permanente evolución, incluso desde su misma génesis, en una función netamente utilitarista.

El Karate por ejemplo fue creado y desarrollado por la aristocracia okinawense y con los años llegó al pueblo que lo usó para defenderse de extranjeros y criminales.

Dentro del mismo marco de la evolución histórica militar, el Karate también evolucionó, y, de acuerdo a las necesidades funcionales del combate, ciertas habilidades fueron desarrolladas, y los estilos se adaptaron en consonancia.

Así, podemos imaginar que, si las tropas invasoras llevaban armadura de bambú, en la medida que los isleños de Okinawa quisieran infligir daño a sus enemigos, debían ser capaces de golpear a través del bambú. Debido a esta necesidad, comenzaron a acondicionar sus nudillos al efecto. Llegaron a ser tan hábiles golpeando a través de las armaduras de bambú para dañar a sus enemigos, que las tropas invasoras se dieron cuenta de que debían atacar usando otros métodos, lo que a su vez, llevaría a nuevas técnicas.

A su vez, desvirtuado con el tiempo, el factor de defensa estrictamente física (dada la evolución de nuestras sociedades) las artes marciales han evolucionado desde aquellos días desde una forma técnica de combate, a una forma de ejercicio físico y expresión. Este proceso ha cambiado las razones por las que se las estudia.

La lógica de esta evolución se explica cuando se entiende que “…su práctica conlleva a la profundización controlada del enfrentamiento con aquello que más nos asusta internamente…” (P. Scurzi, La Categoría Científica de las Artes de Combate”, 2008).

Hoy en día, existe una amplia variedad de fundamentos para la práctica de las artes marciales. Algunas personas las estudian todavía como un medio de autodefensa, aunque bien podría argumentarse que no es éste el principal motivo, ya que, por un lado, tenemos tanto a las fuerzas armadas para protegernos en tiempos de guerra como a la policía para protegernos internamente (al menos teóricamente), e incluso la legítima defensa frente a episodios que excedan dichos mecanismos es cuestionable, sea por su riesgo o por las implicancias legales que pudiera tener para quien la pone en práctica.

Otros entrenan como una forma de ejercicio físico, lo que incluso puede verse en la cantidad de sistemas de fitness pseudo basados en algún tipo de arte marcial que se ha hecho presente en cada gimnasio del mundo.

Otros seguramente entrenan en las artes marciales como un deporte. Esto es particularmente claro en disciplinas como el Tae Kwon Do y el Jiu Jitsu, que ya se encuentran por todo el país.

Pero existe otra razón, difícilmente reconocible conscientemente (incluso para aquellos que practicamos artes marciales), y es la que tiene que ver con los beneficios psicológicos o emocionales que trae aparejado el entrenamiento marcial.

Es evidente que este no es un factor por el que una persona ingresaría a la práctica, ya que difícilmente es explicitado. En el mejor de los casos, la vaga idea de disciplina, verticalismo o incluso autocontrol que puede vislumbrarse viendo desde fuera este submundo, podría atraer a un cierto grupo mínimo de personas que gusten de dichos valores, pero deberemos reconocer que en nuestras actuales sociedades no son de los más populares.

La sola idea de “obedecer” a un Sensei (aunque en la práctica no termine siendo muy distinta de la obediencia, digamos, a un entrenador de futbol) parece reñida con la ilusión de absoluta libertad que aparentemente debe imperar en nuestras vidas. Pero si bien no se trata de un factor para el ingreso al estudio de las artes marciales, si se trata de una razón para continuar la práctica, incluso cuando muchas veces quien practica no es consciente de esa razón.

Dicha falta de explicitación, que de ninguna manera altera los beneficios psicológicos que efectivamente se producen, proviene de la falta profundización en el estudio de dichos beneficios.

Éste es precisamente el objeto del presente trabajo.

Pasaremos por alto los aspectos más obvios y concretos, asumiendo que las artes marciales pueden ser una buena forma de ejercicio físico, y el ejercicio se ha demostrado beneficioso para mejorar el estado mental y psicológico (Carron, A. V. y Hausenblas, H.A. “The psychology of physical activity”, 2003).

Pero analizando más en profundidad, desde su origen, las artes marciales han transmitido ciertas enseñanzas metafísicas, en principio difícilmente aprehensibles por la mentalidad occidental -donde se han visto popularmente como el arte de lanzar patadas y piñas, centrándose en el aspecto físico de estas habilidades-.

Para sus practicantes sin embargo, las artes marciales ofrecen mucho más.

Que las artes marciales promueven beneficios mentales así como la salud física ha llegado a la atención de los científicos occidentales sólo en los últimos treinta años, con el reconocimiento de que también encarnan un sistema de valores morales, que en conjunto pueden inculcar la relajación muscular y mental, el control de la mente y el cuerpo, y el aumento de la confianza en sí mismo.

En este sentido, por ejemplo, el código moral Shaolin, comprende doce reglas éticas, diez actos prohibidos y diez obligaciones. La paciencia, la comprensión y la calma en consecuencia, se consideran pre requisitos del buen Kung Fu.

En Goju Ryu Karate, el Dojo Kun (código o conjunto de reglas) es parte de los valores morales transmitidos desde tiempos antiguos y tiene la función de reforzar el impulso pacifista que yace en el corazón de las artes marciales. Recuerda a los estudiantes la actitud correcta y las virtudes a desarrollar, dentro y fuera del dojo. Algunas de estas reglas son, por ejemplo, “respetar a los demás” o “nunca darse por vencido” (Internacional Okinawa Goju Ryu Karate-do Federation Dojo Kun).

Más modernamente, todavía dentro del Karate, se han incluido premisas imbuidas de nuevos valores como “uno siempre debe ser fiel al camino de la razón” o “uno siempre debe perseguir la búsqueda del conocimiento” (Ki Ri Shin Kan Dojo Kun, AKKKA).

La evidencia de la efectividad de las artes marciales en la producción de beneficios afectivos, cognitivos y de comportamiento ha venido de una serie de estudios que han demostrado mejoras en la autoestima (Fuller, J. R. “Martial arts and psychological health”, 1988), una respuesta más positiva al desafío físico (Trulson, M. E. “Martial arts training: A novel “cure” for juvenile delinquency”, 1986), una mayor autonomía (Duthie, R. B., y Barker, D. G. “Selected personality traits of martial artists as measured by the adjective checklist”), la estabilidad emocional y asertividad (Konzak, B., y Boudreau, F. “Martial arts training and mental health: An exercise in self-help”, 1984) y reducciones en la ansiedad y la depresión; todos estos resultados han sido asociados con el entrenamiento en artes marciales.

Konzak y Boudreau también han llamado la atención sobre los beneficios sociales de ese cambio de comportamiento -en particular, la relación entre la práctica de las artes marciales y la agresión-.

A pesar de estos beneficios, pocos profesionales de la salud mental han tolerado un papel de las artes marciales en la promoción y el bienestar mental.

La investigación actual ha vinculado estudios empíricos y opiniones teóricas de las artes marciales a la teoría psicológica, y proporciona una revisión más profunda de los procesos que intervienen en la formación en estas artes que fortalecen la capacidad para distintos procesos mentales.

En términos generales, los resultados del entrenamiento en artes de combate se pueden clasificar en dos dominios: uno físico y otro psicológico.

En el dominio físico, distintos investigadores atribuyeron resultados tales como el aumento de la confianza física, la mejora en la autopercepción de la habilidad física, y la imagen corporal mejorada a la formación en artes marciales (Finkenberg, M. E. “Effect of participation in tea kwoon do on college women’s self- concept”, 1990). Dentro del dominio psicológico general, parece haber resultados afectivos, cognitivos, y sociales o de comportamiento en estas prácticas.

Los efectos afectivos asociados con un arte marcial incluyen una mayor autoconfianza, autoeficacia y autocontrol.

Los efectos cognitivos abarcan la concentración y una mayor conciencia de las propias capacidades, así como el cultivo de ese potencial.

Los beneficios sociales del entrenamiento de artes marciales incluyen el desarrollo de la empatía, aprendiendo a ser más respetuoso con los demás (Konzak y Boudreau, ya citado).

En este estudio vamos a centrarnos en los efectos afectivos, dejando el resto de los efectos psicológicos para futuras investigaciones, aunque la vinculación intrínseca de todos los efectos hará que tangencialmente nos refiramos a las otras áreas de beneficios.

En primer lugar debemos señalar, sin entrar en disquisiciones que exceden el marco de un trabajo de esta naturaleza, que nos referiremos a las artes marciales en general, entendidas como aquellas tradiciones que engloban no solo el entrenamiento físico sino también el psicológico y moral, y no a ningún sistema en especial.

Incluso cuando alguno de los experimentos analizados se refiera expresamente a un determinado sistema marcial, entendemos que a los efectos de los beneficios que puedan producir son extrapolables a cualquier otro sistema, en tanto encuadren en los lineamientos “tradicionales”.

También es importante señalar que los estudios aquí presentados fueron predominantemente comparativos, y la mayoría no controlan el sesgo de selección. En otras palabras, es posible que los individuos en ellos hayan participado en el entrenamiento en artes marciales porque éste era coherente con sus valores y creencias, o que los estudiantes que no tenían estas cualidades finalmente abandonaron la formación y, por lo tanto, no se encontraban entre los participantes en la investigación.

LA AUTORREGULACION O AUTOCONTROL

Una capacidad sumamente interesante del ser humano es la de controlar su propio comportamiento, lo que le permite, entre otras cosas, vivir de manera cooperativa, y alcanzar metas objetivamente difíciles, complicadas e importantes.

La autorregulación permite a la gente hacer planes, elegir alternativas, controlar impulsos, inhibir pensamientos no deseados, regular el comportamiento social, etc., todas ventajas cuyo valor cualitativo asumiremos como positivo. (Baumeister R. “Losing control: how and why people fail at self-regulation”; 1994).

Sin embargo, aunque los seres humanos tienen una capacidad impresionante para la autorregulación, las fallas de esa capacidad son comunes y la gente pierde el control de su comportamiento en una amplia variedad de circunstancias (Hofmann W, et al. “Impulse and Self-Control From a Dual-Systems Perspective”; 2009; Wagner D. and, Heatherton T.F. “Giving in to temptation: The emerging cognitive neuroscience of self-regulatory failure”; 2010).

Tales fallas son una importante causa de muchos y muy disímiles problemas sociales contemporáneos, -por ejemplo la obesidad, las adicciones, malas decisiones financieras, la infidelidad sexual, etc.-.

De hecho, se ha llegado a estimar -al menos en EEUU- que el 40% de las muertes son atribuibles a fallas en la autorregulación ( Schroeder S.” We Can Do Better, Improving the Health of the American People”; 2007).

Por el contrario, aquellas personas que poseen un mayor grado de autorregulación muestran mejores relaciones interpersonales, mayor éxito en el trabajo, una mejor salud mental en general y están menos expuestos a, por ejemplo, desarrollar problemas de abuso de alcohol o drogas (Hagger M.S., “Ego depletion and the strength model of self-control: a meta-analysis”; 2010).

Una forma básica importante de la autorregulación es el retraso de la gratificación.

W. Mischel, Y. Shoda y P.K.Peake midieron la demora de la gratificación en niños de 4 y 5 años de edad; más de 15 años después, encontraron que los niños que habían mostrado mayor capacidad de demorar la gratificación tuvieron los resultados más “exitosos” en sus vidas, en términos de desempeño escolar.

Este importante hallazgo apoya la afirmación de que el desarrollo de la autorregulación es un aspecto importante del desarrollo positivo (“The nature of adolescent competencies predicted by preschool delay of gratification”. Journal of Social Psychology, 1988).

Otro interesante estudio sugiere que la autorregulación o control forzado, está vinculado a la empatía, la agresión, y la conciencia, por lo que es un tema clave en la socialización del niño. Los autores afirmaron que “…la comprensión de la autorregulación es el objetivo más importante para avanzar en la comprensión del desarrollo y la psicopatología“. (Posner, M. I., & Rothbart, M. K., “Developing mechanisms of self-regulation. Development and Psychopathology”, 2000).

La comprensión de las mejoras que genera la práctica de las artes marciales en ese mecanismo de autorregulación puede proporcionar una herramienta valiosa para regular y controlar nuestros pensamientos, conductas y emociones.

Baumeister, en el mismo trabajo citado ut supra, define la autorregulación como una referencia a “…los procesos por los cuales el yo altera sus propias respuestas, incluyendo los pensamientos, emociones y conductas”.

Según la teoría de este autor, la autorregulación eficaz no sólo aumenta la capacidad de una persona para el éxito, sino que también reduce el comportamiento autodestructivo. La comprensión de los procesos que intervienen en el aprendizaje de esta capacidad de autorregulación puede ampliar nuestra posibilidad de diseñar tratamientos o intervenciones que promuevan dicho comportamiento y reduzcan las conductas patológicas o problemáticas debido a una regulación deficiente.

Posner y Rothbart, también citados anteriormente, argumentaron que “…la comprensión de los mecanismos de autorregulación en individuos normales dará lugar a avances en el diagnóstico, prevención, tratamiento y, posiblemente, a la solución de problemas de desarrollo como el trastorno por déficit de atención y problemas de aprendizaje”.

La investigación sobre autorregulación deja claro que los recursos para dicha habilidad -denominada coloquialmente como Fuerza de Voluntad son limitados, y que actividades aparentemente no relacionadas se basan en el mismo recurso interno.

Baumeister comparó la fuerza de voluntad psicológica a la muscular física, planteando la cuestión intrigante de si este ” músculo ” puede fortalecerse, y qué tipo de actividades pueden promover la fuerza de voluntad, y por lo tanto mejorar las habilidades de autorregulación.

FRACASO DE LA AUTORREGULACIÓN (MODELO DE LA AUTORREGULACIÓN EQUILIBRIO PREFRONTAL-SUBCORTICAL)

El mundo moderno ofrece muchas tentaciones. La gente debe resistir alimentos que engordan, evitar navegar por Internet en el trabajo, evitar golpear a un compañero de trabajo cuando se está molesto, frenar malos hábitos como fumar o beber demasiado, etc.

Los psicólogos han realizado considerables progresos en la identificación de los factores individuales y situacionales que fomentan o impiden el autocontrol (Hagger M.S., en trabajo citado).

Las circunstancias más comunes en las que la autorregulación falla se producen cuando la gente está de mal humor, abrumada por las tentaciones inmediatas o impulsos activados por distintas razones, y cuando el control de sí mismo se ve afectado (por ejemplo, después del consumo de alcohol excesivo ).

Pero, ¿por qué se producen estos fracasos?

Los estudios de neuroimagen funcional del proceso de autorregulación y sus fracasos sugieren que el mismo implica un equilibrio entre las regiones del cerebro que representan la recompensa, la relevancia o el valor emocional de un estímulo, y las regiones prefrontales asociadas al autocontrol.

Cuando esta balanza se inclina a favor de los impulsos ascendentes, ya sea debido a un fracaso de las áreas de control prefrontal o debido a un impulso especialmente fuerte (por ejemplo, la vista y el olor de los cigarrillos en un fumador en abstinencia), entonces la probabilidad de fracaso de autorregulación aumenta.

Una idea de muchos años en la psicología es que resistir las tentaciones refleja la competencia entre los impulsos y el autocontrol (Metcalfe J. y Mischel W. “A hot/cool-system analysis of delay of gratification: dynamics of willpower”; 1999).

Más recientemente, este modelo de doble sistema ha recibido el apoyo de la neuroimagen, con evidencia sustancial de conectividad frontal subcortical y actividad recíproca (Volkow N.; “Overlapping neuronal circuits in addiction and obesity: evidence of systems pathology”; 2008).

Los modelos neurológicos de la regulación emocional y el autocontrol en drogadicción comparten similitudes conceptuales. Para los modelos de adicción a las drogas, los sistemas de recompensa del cerebro están hipersensibilizados a las señales de drogas y se desacoplan de la corteza prefrontal (CPF) y regiones implicadas en la regulación de arriba hacia abajo (Bechara A. “Decision making, impulse control and loss of willpower to resist drugs: a neurocognitive perspective”; 2005).

Del mismo modo, los estudios neuroeconómicos de toma de decisiones encuentran que la actividad CPF se asocia con resultados a largo plazo, mientras que la actividad subcortical se asocia con resultados más inmediatos (Heuttel S. 2Ten challenges for decision neuroscience”, 2010).

Similarmente, los modelos de regulación de las emociones sugieren que las regiones prefrontales están involucradas en la regulación de la emoción activa perjudicial, basados en la observación de una relación inversa entre el CPF y la actividad en la amígdala (Ochsner K. N., “For better or for worse: neural systems supporting emotion. Neuroimage”; 2004).

Los estudios de pacientes con trastornos de ansiedad ofrecen evidencia similar en la forma de conectividad funcional reducida y estructural entre la CPF y la amígdala (Johnstone T.; “Failure to regulate: counterproductive recruitment of top-down prefrontal-subcortical circuitry in major depression”; 2007).

Del mismo modo, el consumo de alcohol, que es conocido por interrumpir la autorregulación, cambia la actividad de la CPF a las estructuras límbicas subcorticales mientras que el uso excesivo de alcohol conduce a la degeneración en las áreas corticales, importantes para controlar la impulsividad, que puede servir para socavar aún más los intentos de control de impulsos entre los alcohólicos. (Boettiger C.”Impulsivity, frontal lobes and risk for addiction 2009).

Durante el desarrollo, cuando las funciones ejecutivas frontales todavía están madurando, las estructuras subcorticales pueden inclinar más fácilmente el equilibrio y abrumar los recursos de autorregulación, lo que explica por qué los adolescentes podrían ser propensos a la emocionalidad aumentada y la asunción de riesgos (Somerville L’A Sime of change: behavioral and neural correlates of adolescent sensitivity to appetitive and aversive environmental cues; 2010).

Lo que estos diferentes modelos tienen en común es la idea de que durante la autorregulación exitosa hay un equilibrio entre las regiones prefrontales que participan en el autocontrol y las regiones subcorticales implicadas en la representación de los incentivos de recompensa y las emociones.

El control de arriba a abajo depende del contexto en que las personas se encuentran, de manera que cuando una persona regula la ingesta de alimentos, se trata de un circuito prefrontal-estriatal y cuando esta misma persona después regula su emociones, invoca un circuito prefrontal-amigdala.

Desde esta perspectiva, la naturaleza de la autorregulación es constante a través de diferentes tipos de regulación, a pesar de la variabilidad en las regiones neurales que están siendo reguladas (Volkow N., estudio citado).

De hecho, una reciente revisión de autocontrol a través de seis ámbitos diferentes encontró que la CPF está involucrada en ejercer el control, independientemente del dominio especifico (Cohen J. y Lieberman M. The Common Neural Basis of Exerting Self-Control in Multiple Domains”).

Esto apoya la conjetura de que el mecanismo de autorregulación es de dominio general, mientras que la región subcortical involucrada varía dependiendo de la naturaleza del estímulo, lo que puede explicar por qué los efectos de agotamiento de los recursos no están vinculados a ningún dominio de autorregulación.

Ahora bien, desde la perspectiva del modelo de balanza prefrontal- subcortical señalado anteriormente, nada de lo que inclina la balanza a favor de las regiones subcorticales puede conducir al colapso de la autorregulación.

Esto puede ocurrir “de abajo hacia amiba” cuando las personas se enfrentan a señales especialmente potentes, como un alimento favorito, una bebida gratis, o una emoción fuerte, y también “de arriba hacia abajo”, como cuando se altera el funcionamiento prefrontal, ya sea cuando los propios recursos reguladores se agotan, o debido a las drogas, el alcohol o el daño cerebral.

Por supuesto, la investigación sobre el fracaso de la autorregulación se encuentra todavía en su infancia.

Este modelo de balanza prefrontal-subcortical hace hincapié en que el colapso de autorregulación puede ocurrir tanto por el control de arriba hacia abajo insuficiente, así como por impulsos ascendentes abrumadores.

Pero lo que parece claro -y lo que substancialmente interesa a la premisa del presente trabajo- es que la autorregulación exitosa requiere que la capacidad de autorregulación resista la fuerza de un impulso.

RECURSOS PARA LA AUTORREGULACIÓN

A su vez, la autorregulación, al igual que muchas otras facultades cognitivas, está sujeta a la fatiga.

En este sentido, Baumeister y Heatherton propusieron un modelo de fuerza de la autorregulación en el que la capacidad de regular eficazmente el comportamiento es un recurso limitado.

Pero además, este modelo también postula que la capacidad de autorregulación puede ser construido a través de la práctica y la formación.

El primer estudio que examinó el efecto del entrenamiento de autorregulación involucraba a los participantes en una variedad de tareas diarias que requería ejercer pequeñas cantidades de dominio propio (por ejemplo, recordando mantener una buena postura).

En comparación con los participantes de control, los que entrenaron diariamente mostraron ser más resistentes a los efectos del agotamiento de autorregulación (Muraven M., ” Longitudinal improvement of self-regulation through practice: building self-control strength through repeated exerciae”; 1999).

Además, se ha demostrado que los regímenes de autocontrol simples, como el uso de la mano no dominante para actividades diarias, pueden reducir los efectos del agotamiento de esta capacidad.

Más recientemente, estos resultados se han extendido a conductas de salud como dejar de fumar.

Participar en ejercicios de autocontrol diarios simples (por ejemplo, evitar alimentos poco saludables) antes de dejar de fumar, probó un aumento de las tasas de abstinencia en los que practican el autocontrol en comparación con un grupo de control que no.

Estos hallazgos apoyan la idea de que la fuerza de autorregulación se puede aumentar mediante la práctica y que una vez que se incrementó, esta capacidad recién descubierta de autorregular se puede utilizar no sólo para tareas relativamente banales como el mantenimiento de la postura o el uso de la propia mano no dominante, sino también para comportamientos con consecuencias importantes para la salud, tales como la resistencia a la tentación de fumar.

Si la capacidad de autorregulación se puede incrementar a través de sencillos ejercicios de autocontrol en periodos relativamente cortos de tiempo, ¿qué pasa con las personas cuya profesión requiere de autorregulación constante (músicos profesionales, controladores de tráfico aéreo, etc.)?.

El estudio de la capacidad de autorregulación en esas poblaciones se ha mantenido en gran parte inexplorado. Sin embargo la investigación relacionada ha demostrado una relación entre la formación musical y la materia gris en la corteza prefrontal dorsolateral, una región del cerebro que se ha implicado tanto en la memoria de trabajo como en el autocontrol (Bermudez P; “Neuroanatomical correlates of musicianship as revealed by cortical thickness and voxel-based morphometry”: 2009).

Y en este contexto, ¿qué ocurre con actividades o entrenamientos como los de las artes de combate?.

LAS ARTES DE COMBATE COMO UN SISTEMA PARA LA ENSENANZA DE LA AUTORREGULACIÓN

Históricamente las artes marciales han hecho hincapié en la importancia de la autorregulación.

Una de las teorías más influyentes supone que la autorregulación se basa en un recurso de dominio general común, de modo que, por ejemplo, la regulación de las emociones durante un periodo prolongado de tiempo perjudica los intentos posteriores para resistir la tentación de comer (Vohs K.D. “Self-regulatory failure: a resource-depletion approach”, 2000).

Desde su formulación, se ha producido un enorme aumento de la investigación que apoya la idea de que la autorregulación se basa en un recurso limitado.

Los estudios de agotamiento de los recursos de autorregulación han demostrado que los mismos pueden agotarse por una amplia gama de actividades, desde la supresión de pensamientos y la inhibición de las emociones, a la gestión de las impresiones que nos formamos (Muraven M, alcohol restraint: an initial application of the self-control strength model”; 2002).

Un problema con el modelo de recurso limitado de la autorregulación ha sido la falta de especificidad biológica en la identificación de los recursos físicos reales que se agotan por los actos de autocontrol.

Recientemente, se ha sugerido que la autorregulación se basa en la glucosa circulante en sangre, como demostraron en una serie de experimentos Gailliot y Baumeister.

Además, también han encontrado que el aumento artificial de los niveles de glucosa en sangre elimina los efectos del agotamiento de autorregulación (Gailliot M. y Baumeister R. The physiology of willpower: linking blood glucose to self-control; 2007).

Aunque la noción de que el metabolismo de la glucosa afecta a la autorregulación es reciente, el impacto de la glucosa en el rendimiento cognitivo se ha conocido durante algún tiempo.

Por ejemplo, estudios realizados en la década de 1990 mostraron que la administración de la glucosa mejora el rendimiento en tareas de memoria y en tareas que requieren la inhibición de respuestas.

En muchos aspectos, esto no debería ser una sorpresa ya que el metabolismo de la glucosa es el contraste primario en la neuroimagen funcional que, entre otros muchos hallazgos, ha demostrado que el metabolismo de glucosa aumenta con la dificultad de la tarea (Benton D., “Blood glucose influences memory and attention in young adults”; 1994).

A la luz de esta investigación parece plausible que la falta de autorregulación tras el agotamiento de recursos se da, al menos en parte, debido a una reducción temporal de los suministros de glucosa del cerebro.

Finalmente, dado que la autorregulación se basa principalmente en las funciones cognitivas que se atribuyen a la corteza prefrontal, los efectos del agotamiento deben ser presumiblemente mayores cuando tanto la tarea que genera agotamiento y la tarea de autorregulación posterior reclutan la misma región del cerebro.

Aunque esto todavía no se ha probado, la neuroimagen, con su capacidad para medir directamente el metabolismo de la glucosa, es un método ideal para la investigación de la relación entre el agotamiento focal de glucosa en el cerebro y alteraciones posteriores en la autorregulación.

El uso de términos tales como autocontrol, control del cuerpo y disciplina son comunes en cualquier dojo. La formación del carácter -inherente a las artes marciales tradicionales- enseña a una persona a llegar a ser más consciente de sí mismo, y perseguir activamente el desarrollo del carácter a través de la evaluación constante de pensamientos y acciones, y la posterior adaptación de esos pensamientos y acciones. J.R.Fuller se refirió a la formación del carácter en artes marciales diciendo que “Desde un punto de vista psicoterapéutico, las artes marciales puede ser vistas como sistemas refinados y formalizados de formación del potencial humano que proporcionan modelos y mecanismos de intervención psicológica“. (Fuller, J. R. “Martial arts and psychological health”, 1988).

Un objetivo principal de la mayoría de las artes marciales tradicionales es la automejora, que es generalmente definida como la progresión a un nivel superior, de carácter personal, de la capacidad física y mental.

La idea de este trabajo es analizar si este mecanismo de autorregulación se enseña, transmite o desarrolla en las artes marciales. Pero, si bien han habido numerosos programas cuyos efectos se pueden utilizar para obtener una perspectiva, no se han publicado estudios específicos sobre la aplicación de teoría y técnicas de artes marciales para enseñar o desarrollar la autorregulación.

El experimento más interesante y específico al respecto se llevó a cabo en EEUU, analizando los efectos de la práctica del Tae Kwon Do en niños y jóvenes en edad escolar, y la utilidad del entrenamiento en artes marciales para la promoción de la autorregulación.

Habiendo utilizado un grupo de comparación que participó en clases de educación física (que se conoce tiene efectos positivos en los niños), de cualquier manera anticipaba fuertes efectos sobre las medidas directas de la autorregulación, y efectos moderados sobre las medidas indirectas,

La hipótesis de investigación era que los participantes en cursos de artes marciales muestran una mayor autorregulación en lo físico, lo afectivo y en lo cognitivo en respuesta a un desafío físico, en relación con participantes en el grupo de comparación. Los resultados mostraron en los participantes una mayor confianza en sí mismos en relación con los participantes del grupo de comparación, mejoría en comportamientos como hiperactividad, síntomas de falta de atención y otros comportamientos negativos; mejoría en la autorregulación al enfrentar un desafío cognitivo; y una mayor responsabilidad social.

Otro aspecto importante de este estudio fue el modo de selección de participantes. Mediante el uso de asignación al azar, y la utilización de un grupo de comparación -superando así la limitación de investigaciones anteriores, que usaron como sujeto de estudio a artistas marciales ya formados-, eliminando la posibilidad que se inscriban en el estudio aquellos sujetos con afinidad natural a las mismas y que por ello, podrían aprovechar mejor los beneficios del entrenamiento.

También es el que reviste mayor seriedad al usar una muestra de mayor tamaño a cualquier estudio anterior, Los participantes en este estudio fueron 207 estudiantes de 6 a 15 años, en una escuela privada de una ciudad del medio Oeste de USA de tamaño mediano. Había 94 niños y 99 niñas, en una muestra final de 193 estudiantes (6% de deserción).

La información de las encuestas demográficas enviada a los padres al principio del año indicaron que el 83% de los estudiantes eran de raza blanca, el 8% eran de origen asiático, el 2% eran afroamericanos, menos del 1% eran nativos americanos, 2% se identificaron como de otros orígenes raciales/ étnicos, y un adicional de 4% no respondió. Aproximadamente el 73% eran de familias con ingresos de más de US $ 100.000 por año, el 12% de entre US $ 75.000 y US $ 100.000 y 15% de menos de US $ 75.000 por año. Entre 15% y 20% del cuerpo estudiantil total recibía algún tipo de ayuda financiera de la escuela. Durante el año académico 2000/2001, un programa de artes marciales sustituyó la materia de educación física estándar para dos o tres (dependiendo de un horario rotativo semanal) de los cuatro periodos semanales de educación física de 45 minutos cada uno.

Para evaluar la eficacia del programa, los estudiantes se dividieron al azar en dos grupos: el primer grupo (grupo artes marciales G.A.M.) participó en el programa dos o tres periodos por semana, y el segundo grupo (grupo de comparación G.C.) participó en educación física estándar durante estos períodos.

Una comparación de los dos grupos antes y después del programa proporciona una prueba rigurosa de la eficacia del mismo, probando las ganancias autorregulación atribuibles al programa por sobre un plan de estudios convencionales de educación física.

Los estudiantes fueron probados previamente durante los primeros 4 días de escuela. La evaluación post programa se llevó a cabo después de que los participantes habían recibido cincuenta y dos sesiones de 45 min de entrenamiento en artes marciales.

El programa consistió en cursos impartidos por un instructor cinturón negro en Tae Kwon Do durante más de 10 años, con casi 10 años de experiencia en la instrucción de adultos y niños.

Las técnicas (técnica), kata (figuras o secuencias) y kumite (combate). Además, los niños aprendieron técnicas de rotura, de estiramiento, de relajación y de respiración. Toda la enseñanza tuvo lugar en un entorno caracterizado por el respeto, la disciplina y el autocontrol.

Se les enseñó a los participantes a usar sus técnicas sólo para protegerse a sí mismos y nunca hacer daño a otra persona, excepto cuando fuera absolutamente necesario para la autodefensa.

Cuando los estudiantes entraban en el gimnasio, todos vestían el uniforme de artes marciales estándar, y todos comenzaron las clases en el mismo rango o nivel de cinturón (cinturón blanco).

Todas las clases comenzaron de la misma manera: los estudiantes se alinearon en una determinada formación, y realizaron el saludo inicial enfrentando al instructor, inclinándose para demostrar respeto.

En el comienzo de cada clase, los estudiantes pasaron unos minutos sentados en meditación.

Fueron instruidos para despejar su mente de pensamientos y preocupaciones, y centrarse únicamente en su respiración.

Se enseñaron técnicas de respiración profunda, meditación.

Después de la meditación, los estudiantes participaron en clase aprendiendo varias técnicas.

El principio común a la enseñanza de todas las técnicas fue que para el progreso, el estudiante debía preguntarse a sí mismo tres preguntas diseñadas para promover autocontrol: 1) ¿Dónde estoy?; 2) ¿Qué estoy haciendo? y 3) ¿Qué debo hacer?

Después de hacerse estas preguntas, se les dijo a los estudiantes que corrigieran sus posturas, comportamiento o pensamientos, de acuerdo con la situación particular.

El instructor hizo hincapié en que los estudiantes son responsables de su propio comportamiento, no sólo durante la clase, sino también en todos los aspectos de sus vidas.

Al final de cada clase, los estudiantes se alinearon nuevamente y se inclinaron frente al instructor en despedida.

Los estudiantes en el grupo de comparación participaron en un plan de estudios estándar de educación física. Éste incluía actividades tales como estiramientos, correr y jugar una variedad de juegos físicos. Además aprendían deportes como el baloncesto y fútbol.

La evaluación incorporó una variedad de modalidades. En primer lugar la “autorregulación en respuesta al desafío” fue medido usando la Escala de Respuesta al Desafío (Response to Challenge Scale (RCS)), una medida desarrollada para este estudio que incluye 16 adjetivos bipolares (por ejemplo: vulnerable-invencible) ordenados en escalas de 7 puntos.

Los estudiantes completaron una carrera de obstáculos y fueron evaluados por 7 evaluadores, distintos ciegos a las condiciones experimentales. La escala refleja 3 dominios de autorregulación: la sub escala física, que se centra en el nivel de control físico y habilidad (por ejemplo, torpe-hábil); la sub escala cognitiva, que refleja la capacidad de enfocar la atención y esfuerzo en la tarea (por ejemplo, distraído-concentrado); y la sub escala afectiva, que evalúa la autoconfianza, el control emocional, la persistencia y la voluntad (por ejemplo, abandonado-perseverante).

En segundo lugar, las “fortalezas y debilidades”.

Dos profesores, uno desconocido para los estudiantes y uno con el que mantenían contacto asiduo, evaluaron a cada chico usando el cuestionario de fortalezas y debilidades de Goodman, que es una escala de comportamiento consistente en 5 sub escalas con 5 ítems cada una para síntomas emocionales (por ejemplo: “siempre feliz”, “deprimido”, ” triste”), problemas de conducta (ej: temperamento”), falta de atención/hiperactividad (ej. “hiperactivo”, inquieto”), problemas con los pares (ej. “solitario”, “tendencia a jugar solo”) y comportamiento pro social (ej. “propenso a ayudar a los otros”).

En tercer lugar, la “distracción”: Esta medida es una sub escala de la escala de inteligencia específicamente define aspectos de atención y concentración.

Finalmente, la “autoestima”. Se usó la escala de autoestima Coopersmith, que es un reporte de 58 ítems. Este factor se usó solo con estudiantes de cuarto y quinto grado. Los estudiantes responden a los ítems indicando me gusta o no me gusta. Algunos ejemplos de ítems son “estas son cosas que cambiaría de mi si pudiera” y “generalmente me siento triste en la escuela”.

La autoestima se cree que está relacionada con la salud mental en general, y puede afectar a una persona a través de un número de situaciones.

Coopersmith presenta evidencia de que las puntuaciones de esta escala se relacionaron significativamente con el rendimiento académico, la resistencia a las presiones de grupo y la voluntad de expresar opiniones impopulares. Estas son cualidades que tienen implicaciones importantes para los niños, especialmente su capacidad para tener éxito en la escuela y para resistir la presión negativa de sus compañeros (Coopersmith, S.; “The antecedents of self-esteem”. 1967).

Los resultados se informan como diferencias de medias estandarizadas, con valores que indican resultados más favorables para los participantes del programa A.M. para todas las medidas. En lo que respecta a autorregulación en respuesta al desafío, el estudio fue el indicador más fuerte de cambio positivo en todo el experimento. Los estudiantes en el grupo A.M. mostraron mayor autorregulación en respuesta al desafío que los estudiantes en el grupo de comparación para las tres dimensiones de la autorregulación, aunque con diferencias importantes entre varones y mujeres, siendo más beneficiados los varones.

En relación a las fortalezas y debilidades, de las cinco dimensiones de comportamiento del test, el efecto fue estadísticamente relevante para todas las sub escalas, indicando un mayor progreso para el grupo A.M.

En el caso de la distracción, las diferencias no fueron significativas. La autoestima, si bien existió una diferencia pequeña a moderada a favor del grupo A.M., no experimentó cambios.

Los resultados de este estudio apoyan la hipótesis de que el entrenamiento en artes marciales daría lugar a la mejora de las habilidades de autorregulación.

Los participantes en el curso de artes marciales tuvieron mayores ganancias en comparación con los participantes en las clases normales de educación física, en las tres áreas de la autorregulación, con las mayores ganancias relativas producidas en la autorregulación cognitiva y afectiva.

También se observaron mejoras en comportamiento pro social. La reducción de los problemas de conducta y las puntuaciones en atención frente a problemas intelectualmente desafiantes (matemáticas) también sugieren que el programa podría influir en los comportamientos en estos dominios.

Por último, aunque no significativa debido al tamaño más pequeño de la sub muestra, los resultados sugieren la posibilidad de ganancias en la autoestima entre el cuarto y quinto grado.

Aunque los participantes en el presente estudio fueron de relativamente bajo riesgo (tenían puntuaciones bajas en problemas de comportamiento), parece ser un método eficaz para aliviar problemas de comportamiento y capacidades positivas en los niños.

La hipótesis es que los cambios se producen, al menos en parte, como resultado del desarrollo de la capacidad de autorregulación inherente a la formación tradicional en artes marciales, enseñado explícitamente en el programa.

Es probable que aspectos de la formación en artes marciales, como el aumento progresivo de los niveles de desafío, y la recompensa por el logro de mayores niveles de competencia, contribuyan a los cambios positivos.

Los resultados de este estudio tienen importantes implicaciones para profesionales e investigadores.

Como las clases de artes marciales demostraron ser un contexto propicio la enseñanza de la autorregulación, terapeutas y educadores deben considerar la implementación de programas similares en escuelas o entornos comunitarios.

Varias implicaciones para los investigadores deben tenerse en cuenta también.

Por ejemplo, los investigadores podrían examinar más a fondo la formación de la autorregulación mediante estos procedimientos en contextos distintos de las artes marciales para evaluar la eficacia de la técnica en otros contextos y con otras poblaciones. Además, el análisis del uso del componente artístico en las artes marciales ayudaría a identificar y clarificar aún más los mecanismos adicionales que contribuyen a cambios positivos.

IMPLICANCIAS DEL ESTUDIO

Diferencias entre niños y ninas

Los análisis de género demostraron que las niñas y los niños en el grupo A.M. mostraron mayores beneficios relativos en relación al grupo de comparación.

Sin embargo, los efectos para los varones fueron numéricamente mayores que los efectos para las niñas en muchas escalas.

Estos resultados sugieren que esta intervención es especialmente adecuada para la promoción de la autorregulación en áreas cognitivas y de comportamiento con los niños y pueden mejorar en gran medida comportamientos escolares, como la atención y la conducta del aula.

Asimismo, aunque los resultados de las niñas estaban en la dirección esperada (indicando ganancias relativas al grupo de comparación), fueron significativamente menores que las ganancias para varones en algunas medidas.

Esto puede ser debido en parte al hecho de que había diferencias significativas entre niños y niñas en el pre test.

La media de las niñas en el pre test fue menor, indicando un menor número de problemas de conducta desde el principio del estudio, que la media para los varones.

Por lo tanto, el fracaso de las niñas para mejorar puede ser atribuible en parte a los efectos de suelo, es decir, las niñas no tienen mucho espacio para una disminución de un problema de comportamiento. En otras palabras, los varones tenían más margen de mejora, y esto podría explicar el mayor efecto para los niños.

Explicaciones para las diferencias de género a favor de los hombres en este estudio incluyen por ejemplo la diferente reactividad a la formación en artes marciales para hombres y mujeres, diferente reacción al instructor (masculino), y diferente reacción a la naturaleza mixta de las clases.

Puede ser que tome más tiempo para las mujeres el involucrarse plenamente en un entrenamiento en artes de combate, posiblemente debido en parte al hecho de que ciertos aspectos de éstas pueden contradecir el rol de género.

Esto no significa que el entrenamiento de artes marciales sea menos beneficioso para las mujeres que para los hombres. Los beneficios recibidos por ellas pueden manifestarse de forma diferente (es decir, los beneficios pueden ser más internos que externos) que los obtenidos por los hombres y depender de un periodo de intervención más largo. Sin embargo, también es posible que este tipo de entrenamiento sea especialmente propicio para promover el cambio en los hombres. Los estudios futuros podrían investigar las diferencias de género en el entrenamiento en artes de combate.

Diferencias según la edad

El análisis también sugiere que podría haber beneficios diferenciales en la autorregulación basada en el nivel de desarrollo de una persona, o en su edad.

Las ganancias para los participantes más jóvenes (primer grado) eran pequeñas, lo que sugiere que, o bien que estos niños no experimentaron los beneficios de la intervención, o que existen procesos de desarrollo involucrados que limitan el grado en que pueden beneficiarse de esta intervención en particular. Los jóvenes parecían beneficiarse más a edades más avanzadas, con moderada ganancia para alumnos de segundo y tercero, y grandes ganancias para los de cuarto, quinto grado y siguientes.

AUTOCONFIANZA Y AUTOEFICACIA

Estos aspectos serán analizados conjuntamente, ya que se encuentran íntimamente relacionados, y los estudios realizados a sus efectos no los distinguen específicamente.

Muchos de los autores citados han realizado sus estudios en relación a actividades deportivas específicas, pero sus conclusiones pueden entenderse desde una perspectiva mucho más global.

AUTOCONFIANZA

La autoconfianza se puede definir como “La creencia de que se puede realizar con éxito un comportamiento deseado“, o sea, una suposición de que el éxito se puede lograr (Weinborg, R. S. y Daniel Gould, D. “Foundations of Sport and Exercise Psychology”: 1999).

Consiste básicamente en tener un planteamiento mental positivo sobre lo que va a suceder. Son expectativas realistas sobre un fin que perseguimos o deseamos conseguir, y estamos convencidos de lograr.

La confianza es un determinante del rendimiento, aunque no de la habilidad. La autoconfianza influye sobre las emociones positivas: activándolas, lo que permitirá que el sujeto se sienta más seguro de sí mismo, más tranquilo y relajado en condiciones de presión, y en un estado mental que le permita ser más enérgico. La motivación, aumentándola, hace suponer al sujeto que si hace las cosas bien conseguirá su objetivo. Se crea el ímpetu psicológico, lo cual crea una actitud positiva de nunca ceder, y remontar las adversidades. La concentración al facilitarla, reduce la presión, liberando al sujeto para concentrarse en la tarea en cuestión, ya que no se fijará en si lo hace mal o bien, sino simplemente en hacerlo como sabe. Los objetivos, en tanto genera en el sujeto una tendencia a establecerse objetivos estimulantes, y a esforzarse y luchar por conseguirlos.

Por tanto la confianza permite lanzarnos a objetivos cada vez más altos y lograr el máximo potencial.

El esfuerzo: aumentándolo, ya que la cantidad y duración del esfuerzo realizado en busca de un objetivo, depende en gran parte de la confianza. Los sujetos que creen en sí mismos, son muy persistentes y no se rinden fácilmente, dando el máximo esfuerzo para conseguir el objetivo.

La resistencia fisica: al igual que el esfuerzo, influye aumentando la confianza, ya que reduce los síntomas del agotamiento, tanto físico como mentales, produciendo que el cuerpo este en las mejores condiciones para conseguir esas metas. Este factor es primariamente estudiado en relación al deporte, pero resulta extensible a todos los aspectos de la vida.

La estrategia de juego: si bien este es un factor en principio estudiado solo por la psicología deportiva, también resulta extensible por analogía a todas las facetas del comportamiento, en tanto un sujeto seguros de sí mismo, juega para ganar, lo cual produce que no tenga miedo de correr riesgos y asuma el control de la competición. En cambio si no tiene confianza, juega para no perder, lo que produce que sea indeciso, ya que simplemente trata de no cometer errores.

La habilidad para manejar la presión: la confianza, al aumentar las emociones positivas, motivación y concentración, hace que el sujeto se relaje mentalmente, ya que al confiar en sí mismo, no se crea un estado de presión sobre lo que sucede a su alrededor, aumentando la relajación.

La confianza óptima equivale a estar convencido de que se pueden alcanzar los objetivos marcados invirtiendo un gran esfuerzo en ello, y es esencial si se quiere desplegar el potencial máximo.

Los objetivos han de ser realistas, para convencerse realmente de que se pueden conseguir.

Se pueden cometer errores o pérdidas de concentración, u otras situaciones adversas en determinados momentos, pero si la confianza en sí mismo es la óptima, ayudará a afrontar estas adversidades manteniendo un gran esfuerzo en busca de ese objetivo. Como señalamos preliminarmente, en principio se trata de un concepto desarrollado por la psicología deportiva.

Tener el nivel adecuado de confianza es vital si se quiere tener éxito en el deporte. El nivel adecuado de confianza puede permitir a los atletas que se concentren con mayor diligencia en la tarea que están realizando.

Cuando las personas tienen confianza, también son más propensas a experimentar emociones positivas, que a su vez les permiten estar relajados y tranquilos frente al peligro (Weinberg y Gould, trabajo citado).

Las personas confiadas están dispuestas a correr riesgos porque creen en sí mismos y creen que van a responder correctamente. Las personas con bajos niveles de confianza actuarán más tímidamente, debido a no creer en sí mismos y dudar de  tomar la decisión correcta.

Niveles apropiados de confianza en sí mismo también puede conducir a un mayor esfuerzo en la búsqueda del éxito.

Cuando las personas se sienten confiadas, creen en sí y no abandonan fácilmente cuando se cansan; además, la gente confiada pondrá más esfuerzo porque sabe que tendrá éxito.

Los niveles de confianza pueden también afectar el impulso psicológico de un evento.

Las personas confiadas son mejores sobreponiéndose a la adversidad. Cuando la gente confiada se topa con obstáculos, no se desmorona o pierde la fe en sus habilidades, sino que enfrenta la situación y duplica sus esfuerzos con el fin de tener éxito.

Este rasgo permite que la persona segura de sí pueda cambiar el impulso en un evento, y también le da la ventaja de mantener el impulso cuando se enfrenta a una persona que carece de confianza.

Cada persona es diferente y presentara un grado óptimo de confianza, pero el problema deriva de cuando se produce la falta de confianza o el exceso de confianza.

La falta de confianza es devastadora porque impide optimizar las habilidades, ya que los sujetos que la padecen tienden a mirar sobre todo a sus debilidades.

En contraste, quienes tienen niveles adecuados de confianza, se centrarán principalmente en sus fortalezas.

La falta de confianza, crea una falta de capacidad para ejecutar las propias habilidades en condiciones de presión. Las dudas sobre uno mismo debilitan el rendimiento, aumentando la ansiedad, rompiendo la concentración y provocando indecisiones.

El exceso de confianza también puede ser un obstáculo. Cuando las personas están demasiado confiadas, tienen una falsa sensación de seguridad, y sobreestiman sus capacidades. Aunque la baja frecuente, el exceso de confianza puede ser igualmente problemático. El rendimiento de los sujetos disminuye porque creen que no tienen porque preparase o esforzarse para mejorar en una tarea. Esto puede llevar a sobrestimarse, y no prepararse bien frente a una situación, o a subestimar al rival.

La relación entre confianza y rendimiento puede representarse mediante una curva en forma de U invertida. El rendimiento mejora a medida que aumenta el nivel de confianza, hasta el punto óptimo, a partir del cual al aumento de confianza le corresponde una disminución en el rendimiento.

Si bien la mejora de nivel de confianza es difícil, se puede lograr a través de una variedad de métodos. La primera, y probablemente la mejor manera de aumentar la confianza en sí mismo es incrementar gradualmente los objetivos permitiendo que se alcance el éxito respecto de cada uno. Este método supone la práctica de una tarea más simple hasta obtener el éxito.

A medida que el sujeto gana confianza a través de la experiencia de tener éxito, el nivel de dificultad se puede aumentar hasta que se puede realizar con éxito la tarea más difícil (Weinberg y Gould, ya citado).

AUTOEFICACIA

Además de los elementos ya analizados, entre los elementos cognitivos facilitadores de un curso de acción humano, deben considerarse otras variables, como el control percibido sobre la conducta a seguir. La investigación del aprendizaje social cognitivo ha identificado este componente cognitivos que facilita el proceso de cambio, por su influencia en la formación de intenciones y en la autorregulación motivacional. El marco teórico que acoge la investigación de la influencia de las expectativas en el proceso de adopción o de modificación de hábitos de conducta es la Teoría Social Cognitiva, originalmente formulada por Albert Bandura, según la cual la motivación y acción humanas están reguladas en gran medida por las creencias de control, que implican tres tipos de expectativas:

  1. Expectativas de situación-resultado, en las que las consecuencias se producen por sucesos ambientales independientemente de la acción personal,
  2. las expectativas de acción-resultado, en las que el resultado sigue (o es consecuencia) de la acción personal
  3. la autoeficacia percibida, referida a la confianza de la persona en sus capacidades para realizar los cursos de acción que se requieren para alcanzar un resultado deseado (Bandura, A. “Self-Efficacy: how society changes”, 1999).

De estos tipos de expectativas, las que desempeñan un papel influyente en la adopción de conductas saludables, la eliminación de conductas nocivas y en el mantenimiento de dichos cambios son las expectativas de acción-resultado y las creencias de autoeficacia.

Las expectativas de autoeficacia influyen sobre la intención de modificar la conducta, pero fundamentalmente sobre la cantidad de esfuerzo invertido para lograr la meta propuesta y persistir en la conducta adoptada, a pesar de las barreras que podrían debilitar la motivación.

El psicólogo Bandura es la figura más representativa para explicar la transición entre el conductismo y el cognitivismo. Se sitúa por lo tanto, en contra de los más extremistas con respecto a la localización de las causas de la conducta, rechazando el extremo ambientalista y el determinismo personal, estableciendo una interacción entre las distintas corrientes, por lo que los factores ambientales, personales y conductuales, no son entidades separadas, sino que interactúan mutuamente entre sí.

La expectativa de autoeficacia o eficacia percibida es un determinante importante de la conducta por la influencia de dos niveles: como mediador cognitivo de la respuesta de estrés (la confianza de las personas en su capacidad para manejar el estrés al que se enfrentan activa los sistemas biológicos que median la salud y la enfermedad; y en cuanto variables cognitivo-motivacionales que regulan el esfuerzo y la persistencia en los comportamientos elegidos.

Las conductas de las personas pueden favorecer o mermar su bienestar, lo que las capacita para ejercer cierto control conductual sobre su calidad de vida.

Las creencias de eficacia influyen sobre todas las fases del cambio personal, tanto si contemplan la posibilidad de modificar sus hábitos o conductas, si emplean la motivación y perseverancia necesarias para tener éxito en el caso de que decidan hacerlo, como si mantienen los cambios que han logrado.

En esta teoría se defiende, como constructor principal para realizar una conducta, la autoeficacia, tal que la relación entre el conocimiento y la acción estarán significativamente mediados por el pensamiento de autoeficacia.

Las creencias que tiene la persona sobre la capacidad y autorregulación para poner en marcha dicha conducta serán decisivas.

De esta manera, las personas estarán más motivadas si perciben que sus acciones pueden ser eficaces, esto es, si existe la convicción de que tienen capacidades personales para regular sus acciones.

Bandura concede una gran importancia a este concepto, considerando que influye a nivel cognitivo, afectivo y motivacional. Así, una alta autoeficacia percibida se relaciona con pensamientos y aspiraciones positivas acerca de realizar la conducta con éxito, menor estrés, ansiedad y percepción de amenaza, junto con una adecuada planificación del curso de acción y anticipación de buenos resultados. Su teoría ha sido considerada en distintas áreas y ocupa un lugar importante para la adopción de conductas de salud y prevención de riesgos.

Así lo explica el mismo autor, que afirma que las creencias de eficacia afectan a la salud física al menos de dos maneras: por un lado, una fuerte creencia sobre la habilidad para enfrentarse a determinadas situaciones de estrés reduce las respuestas biológicas que pueden dañar la función del sistema inmune, favoreciendo a su vez una adecuada respuesta del mismo; y por otro, la autoeficacia determinará en gran medida si las personas consideran cambiar sus hábitos de salud y la adopción de conductas saludables nuevas, es decir, genera el nacimiento del cambio.

La autoeficacia son las percepciones que una persona tiene sobre su propia capacidad para actuar a un nivel determinado para realizar una tarea concreta.

El comportamiento se adquiere de un entorno social a través del aprendizaje, es decir, que nuestro comportamiento viene determinado por lo que aprendemos ante determinados estímulos que provienen de nuestro entorno social.

Esta teoría considera a la autoeficacia como un mecanismo que media entre la motivación y la conducta.

Principios clave de la teoría son: el determinismo reciproco, modelo según el cual, cada uno de los factores “conducta”, “personales” y “ambiente” actúan entre sí como determinantes interactivos, es decir que no son factores determinantes en sí, si no que unos determinan a otros aunque de diferente manera según la persona, todos con su importancia, y todos afectados entre sí, formando el comportamiento de la persona.

La influencia de cada uno de estos tres factores es relativa y variará en función de los individuos y de las circunstancias.

Es lo que se llama “modelo de reciprocidad triádica”: CONDUCTA-FACTORES PERSONALES-AMBIENTE.

Otro principio es la autorreflexión o pensamiento autorreferente. Esta teoría analiza al pensamiento autorreferente sobre el funcionamiento psicosocial, que actúa como mediador de la conducta y la motivación de las personas. Es decir, que según el juicio de valor de la persona sobre las posibles formas de obrar ante determinadas situaciones, influirá en su conducta, en su forma de pensar y en sus reacciones emocionales.

Además, se distinguen conceptualmente:

1) Expectativas de eficacia que son la creencia de que uno es capaz de ejecutar con éxito un determinado comportamiento, obteniendo con él, unos determinados resultados. Estas creencias se suelen formar a través de experiencias anteriores, y pueden cambiar en el futuro; y

2) Expectativas de resultados, que son la creencia de que un determinado comportamiento ira seguido de unas determinadas consecuencias.

Ambas expectativas son antecedentes de la acción, y actúan como motivadores y guías cognitivas de la acción, como determinantes de la elección de actividades, del esfuerzo y persistencia, de los patrones de pensamiento y de determinadas respuestas emocionales.

La autoeficacia, al igual que la autoconfianza, tiene en sus funciones influir sobre la elección de conductas, ya que al considerarse eficaz, el sujeto se impone a si mismo nuevos retos que favorecen el desarrollo de actividades nuevas, favoreciendo a su vez su aprendizaje.

También sobre el esfuerzo empleado y la persistencia: porque los sujetos autoeficaces aumentan sus esfuerzos si su forma de actuar no produce los resultados que se había planteado, siendo más persistentes para así lograr el objetivo fijado. Además afrontan tareas difíciles con menor ansiedad, ya que confían en hacerlo bien, justamente porque se sienten eficaces.

Del mismo modo, los patrones de pensamiento y reacciones emocionales, crean una serie de patrones de pensamiento ante situaciones adversas, luchando por salir de ellas. También ocurre con las reacciones emocionales, manteniéndolas positivas.

Las fuentes de información de la autoeficacia son los lugares de los cuales el sujeto recibe información nueva, la cual al ser procesada va creando una percepción sobre que capacidades tiene en las diferentes situaciones por las que pasa, con lo que las expectativas de eficacia vienen determinadas por cogniciones actuales, específicas y cambiantes que se van formando a partir de experiencias pasadas, que proyectan pensamientos de futuro e influyen en el presente.

Hay al menos cuatro fuentes de información según la teoría:

1) Los logros de ejecución, que es la fuente que más influencia tiene en la formación de expectativas de eficacia, ya que se basa en las propias experiencias de realización personal.

Si estas experiencias han sido percibidas repetidamente como éxito, entonces aumentarán las expectativas de eficacia; y si han sido percibidas como fracasos reducirán las expectativas de eficacia.

La influencia de estas experiencias también depende de la dificultad de la tarea, del esfuerzo realizado, de la cantidad de consejos físicos recibidos del exterior y de los patrones temporales de éxito y de fracaso, y la contribución que hacen a estos éxitos y fracasos.

2) La experiencia vicaria o modelado, que son las conductas realizadas por otros, que llevan consigo una determinada consecuencia, orientándonos sobre nuestra propia capacidad, es lo que llamamos aprendizaje por observación.

El ser humano aprende gran parte de las conductas nuevas por observación, modelando o adecuando su actuación al observar cómo se ejecuta la acción, y así poco a poco adecuando su acción al estereotipo que le hemos fijado.

Esta experiencia, para ser buena para el aprendizaje, ha de tener una experiencia previa sobre esa tarea, con la que evaluar la propia competencia; y también dependerá de la experiencia del modelo, que ha de ser elevada, siendo diversificada en diferentes modelos.

3) La persuasión verbal, aunque la percepción de eficacia de esta fuente suele ser débil y corta, ya que no se basa en la experiencia personal. Se trata de mandatos o directrices dados por un líder o entrenador, siendo un estímulo de la autoeficacia.

Para que estas técnicas sean efectivas, la persuasión ha de venir de una persona con credibilidad, prestigio y alto nivel de conocimientos sobre el tema en cuestión.

Y finalmente:

4) Estados fisiológicos o emocionales, refiriéndose al nivel y calidad de la activación fisiológica, que al cambiar puede producir modificación de la conducta del individuo. Depende de cómo sea interpretada por el individuo. Hay fuentes fisiológicas como son la fatiga, dolor, fuerza y resistencia como indicadores de la eficacia física.

Las fuentes de información que utilizan las personas para cambiar sus expectativas son también los medios a través de los cuales se pueden generar cambios en el sujeto:

a) Logros de ejecución: La ejecución genera autoeficacia solo cuando el sujeto interpreta que sus propios logros se deben a su propia capacidad y no a algo externo o circunstancial. Algunos mecanismos de cambio son: el modelado participante; la desensibilización; o la ejecución auto-instruida.

b) Experiencia vicaria: siendo mecanismo el modelado, con un modelo de buen nivel.

c) Persuasión verbal: Solo será eficaz cuando la fuente sea reconocida y de prestigio para el sujeto. Son mecanismos: la sugestión y la autoinstrucción.

d) Estados fisiológicos: mediante los siguientes mecanismos: relajación y biofeedback.

Otros autores coinciden básicamente en las fuentes principales que influyen en la autoeficacia de una persona: experiencias de dominio, las experiencias vicarias, la motivación, la persuasión verbal, experiencias imaginables y estados fisiológicos y emocionales (Van Raalte, J. L. y Brewer, B. “Exploring sport and exercise psychology”, 2002).

Las fuentes de autoeficacia son similares a los de la autoconfianza.

Autoconfianza y autoeficacia pueden ir de la mano, ya que ambas no son más que extensiones del estado de confianza en sí mismo.

La autoeficacia puede influir en la elección de las actividades en que una persona participa y también influye en el nivel de esfuerzo que aplica un sujeto (Weinberg y Gould, ya citado).

Si una persona tiene un alto sentimiento de autoeficacia en un área determinada, es más probable que opte por participar en esa actividad y pondrá más esfuerzo para llegar a su meta (Van Raalte y Brewer, trabajo citado).

Los altos niveles de autoeficacia pueden conducir a expectativas positivas en términos de rendimiento. Las expectativas positivas pueden utilizarse para superar los obstáculos psicológicos, como la duda y el miedo al fracaso.

Los bajos niveles de autoeficacia pueden obstaculizar el rendimiento y pueden impedir la realización del potencial.

Aunque existen varias formas de aumentar la auto-eficacia, tal vez la mejor manera de hacerlo es a través de desempeños anteriores (Frank, M.. “Self- Efficacy: The Key to Success in Sports”. 2003).

Desempeño anterior se refiere a experiencias pasadas que una persona tiene cuando está realizando una actividad deseada. Las experiencias pasadas podrían provenir del aprendizaje, práctica, o de situaciones de juego.

Por esta razón, es crucial que los sujetos experimenten éxito.

Esta es también la razón por la que se dividen habilidades complejas en varias más fáciles cuando los atletas aprenden técnicas o patrones de movimiento (Frank M., ya citado).

LAS ARTES DE COMBATE COMO UN SISTEMA PARA LA ENSEÑANZA DE LA AUTOCONFIANZA Y LA AUTOEFICACIA

En el marco de las consideraciones vertidas anteriormente, las artes marciales resultan mecanismos interesantes y eficaces.

La mayoría de los sistemas de combate tienen rangos o cinturones. En los niveles inferiores, los estudiantes aprenden habilidades básicas, y conforme el estudiante progresa a rangos más altos, se añaden otros componentes a las habilidades motrices básicas a fin de producir las habilidades motoras complejas.

El desglose de las habilidades y destrezas en una progresión también es bueno porque evita que el practicante se vea abrumado con demasiada información nueva (Frank M., ya citado).

La práctica de las artes marciales se puede utilizar para aumentar la confianza en sí mismo y la autoeficacia.

Las personas que tienen confianza han aprendido a lidiar bien con el estrés o situaciones peligrosas que se han encontrado en el curso de su vida.

Dado que la naturaleza de estas artes es hacer frente a situaciones de estrés, su práctica aumentará las habilidades de afrontamiento necesarias para manejar el estrés que encuentra una persona (Howell, L. “Martial Arts and Confidence”, 2000).

Como citamos anteriormente, “…su práctica conlleva a la profundización controlada del enfrentamiento con aquello que más nos asusta internamente. Esta retroalimentación constante, finalmente culmina en el dominio del cuerpo y la relativización del miedo en el sentido más amplio de concepto…” (P. Scurzi, “La categoría científica de las artes de combate”).

A través del enfrentamiento, el practicante aprende a controlar sus emociones negativas como el miedo, la duda y la ira. El control que una persona desarrolla con el tiempo aumenta la confianza en sí mismo, y los mecanismos de control que elabora a través del entrenamiento, comienzan a filtrarse en su vida cotidiana.

Hay varios mecanismos de supervivencia principales que una persona puede desarrollar a través del entrenamiento en las artes marciales, que pueden ser utilizados para aumentar la confianza en sí mismo.

El primer mecanismo de afrontamiento importante es el control. El control se refiere al control de uno mismo, y se utiliza para controlar los pensamientos, emociones y acciones. Esto es importante porque en la mayoría de las situaciones una persona puede tener poco o ningún control sobre la propia situación real, pero siempre puede controlar sus acciones, pensamientos o sentimientos acerca de la situación.

El segundo mecanismo de afrontamiento importante es la supresión, que es la capacidad para hacer frente a los pensamientos y las emociones en el momento y lugar apropiado.

Probablemente, una emoción común que un artista marcial experimenta en el ámbito de la formación es la ira, debido a errores que se cometen durante el entrenamiento. Aunque esto puede ser peligroso, y siempre es una molestia, es una parte de la formación que todo el mundo experimenta. El artista marcial debe aprender a suprimir los sentimientos de ira hasta el momento apropiado.

Otro mecanismo de defensa importante, que coincide con el control y la represión, es la sublimación. La sublimación es la capacidad de hacer frente a las emociones negativas como la preocupación y la ansiedad de manera positiva. En ciertos momentos, es común que el estudiante experimente algún nivel de ansiedad, duda, miedo, o los tres. Los buenos estudiantes no dejan que estos pensamientos negativos los consuman.

La capacidad de analizar lógicamente la información también es crucial para llevar a cabo las artes marciales.

El análisis lógico es la capacidad de explorar cuidadosamente los problemas y la Información con el fin de planificar los objetivos, responder preguntas, o transmitir información útil. Esta capacidad es especialmente importante para el instructor de artes de combate.

Un instructor debe ser un gran solucionador de problemas. Cuando los estudiantes llegan con preguntas sobre el desempeño de ciertas técnicas, o sobre cuestiones éticas de profundidad, el instructor debe ser capaz de analizar toda la información y lógicamente responder a las preguntas de los estudiantes.

La objetividad es el quinto mecanismo de defensa importante que se puede desarrollar a través de la formación en artes marciales. La objetividad se utiliza para distintos pensamientos, sentimientos y emociones con el fin de promover la comprensión imparcial sobre una situación dada. Sin objetividad, los pensamientos se entrelazan con la emoción y la toma de decisiones racionales se hace difícil.

A través de su formación, un artista marcial también desarrolla la empatía. La empatía es la capacidad de comprender cómo una persona se siente, y cómo actuar apropiadamente de acuerdo con esos sentimientos. En las artes de combate, la gente tiene una tendencia a establecer una estrecha amistad con sus compañeros de sentimientos que no estarían dispuestos a compartir con nadie más.

El séptimo mecanismo de defensa importante que se puede desarrollar a través de estas prácticas es la tolerancia a la ambigüedad. Este es quizás uno de los mecanismos de afrontamiento más difíciles de desarrollar. La tolerancia a la ambigüedad es, “la capacidad de funcionar en situaciones donde otros no pueden tomar decisiones claras, porque la situación es demasiado complicada”. En estas situaciones, los artistas marciales deben demostrar su capacidad para utilizar todos los otros mecanismos importantes de afrontamiento con el fin de pensar y actuar de manera racional.

Estos siete mecanismos de adaptación contribuyen al desarrollo de la autoeficacia y confianza en sí mismo ( Howell, L. trabajo citado).

Pocos estudios implican el uso del entrenamiento de artes marciales para evaluar o mejorar los niveles de autoeficacia (o autoconcepto, como se definió en algunos de ellos).

R. B. Madenlian utilizó el entrenamiento de Aikido para tratar de mejorar el autoconcepto de los estudiantes involucrados en un experimento. El estudio se tituló “Estudio experimental sobre el efecto del entrenamiento en Aikido en el autoconcepto de adolescentes con problemas de comportamiento”.

Los sujetos utilizados en el estudio fueron estudiantes de 12-14 años de edad, todos remitidos por sus escuelas al Departamento de Salud Mental del Condado de Orange. Los 66 estudiantes se dividieron en tres grupos de 22 cada uno. El primer grupo recibió formación en Aikido una vez a la semana durante dos horas en el transcurso de 16 sesiones. El segundo grupo recibió “tratamiento terapéutico tradicional”, que involucró sesiones de terapia individual y de grupo administradas por profesionales de salud mental. El segundo grupo también recibió dos horas de terapia a la semana durante 16 sesiones en total. El tercer grupo para el estudio fue el grupo de control y no recibió tratamiento.

Los tres grupos tomaron la escala de autoconcepto de Piers-Harris antes del inicio de su terapia, y de nuevo a la finalización de su terapia para evaluar su concepto de sí mismo. Al término de la sesión de terapia, ambos grupos experimentales incrementaron significativamente sus puntuaciones en la escala. Sin embargo, el grupo que recibió el entrenamiento de Aikido aumentó sus puntajes más que el grupo que recibió el “tratamiento terapéutico tradicional”. Este estudio muestra que el Alikido se puede utilizar para aumentar la confianza en sí mismo en estudiantes de 12 a 14 años de edad (Madenlian, R. B. “An experimental study of the effect of Alkido training on the self- concept of adolescents with behavioral problems”, 1979).

En 1990 se realizó otro estudio utilizando Tae Kwon Do como un medio para mejorar el autoconcepto de mujeres. Los sujetos involucrados en este estudio fueron 100 mujeres universitarias, cuya edad promedio era de 22 años. Se determinó que ninguno de los sujetos femeninos jamás había tomado clases de artes marciales.

El grupo experimental consistió en 51 sujetos que se inscribieron en clases de Tae Kwoon Do.

El grupo control consistió en 49 sujetos que se inscribieron en clases generales de salud. Ambos grupos tomaron clases que se prolongaron durante una duración de 18 semanas. Con el fin de evaluar los niveles de autoconcepto de los sujetos, cada uno contestó la escala de autoconcepto Tennessee la primera semana de clase (pre- test) y la última semana de clases (post-test).

La Escala Tennessee de autoconcepto consta de 120 preguntas. Las primeras 100 preguntas son declaraciones que los sujetos responden con el fin de crear una “autoimagen”. Las próximas 10 preguntas componen la escala de autocrítica y consistieron en preguntas tomadas del Inventario de Personalidad Multifásetica de Minnesota (MMPI), adaptadas con el fin de ser utilizadas para el estudio.

Las últimas 10 definen la percepción que cada sujeto tenía de sí misma en lo que respecta a físico, automoral y ética, yo personal, yo familiar, yo social, identidad, autosatisfacción y comportamiento.

Esta MMPI es descrita por los autores como de fiabilidad “adecuada”.

Los resultados de este estudio revelaron que las puntuaciones medias de autoconcepto fueron mayores en el postest para el grupo experimental que se inscribió en las clases de Tae Kwoon Do.

Las áreas del yo personal, yo físico, yo social, la autosatisfacción, y la identidad fueron significativamente mayores para los sujetos inscritos en las clases de Tae Kwon Do en comparación con los estudiantes que se inscribieron en clases de salud (Finkenberg, M. E. “Effect of participation in teakwoondo on college women’s self- concept”, 1990).

También se realizó el siguiente experimento para evaluar el desarrollo de la autoestima, autoeficacia y autoconfianza a través de la formación en las artes de combate.

Se analizaron a 60 artistas marciales un día antes de un gran torneo en Estados Unidos -la “Batalla de Atlanta 1985”-. La edad media de los sujetos fue de 23 años. Los sujetos fueron clasificados en cuatro grupos: principiante, intermedio, avanzado y experto de acuerdo a su rango en Karate. Doce sujetos fueron clasificados como principiantes (cinturones blancos). Hubo 16 sujetos clasificados como intermedios, que tenían cinturones de color violeta, verde o azul. Doce avanzados en poder ya sea de una cinta de color rojo o marrón, y 16 sujetos expertos que tenían cinturones negros. Cuatro. no declararon su graduación.

La autoestima, autoeficacia y autoconfianza de los sujetos se midió con la Encuesta Torneo de Karate (KTS por sus siglas en inglés).

El KTS es un cuestionario de autoinforme, que consta de tres partes: información demográfica, la escala de Autoestima de Rosenberg (10 preguntas utilizadas para evaluar la autoestima), y preguntas en cuanto a las capacidades en artes marciales comparados a otros artistas marciales en su rango. Al día siguiente, todos los sujetos fueron rastreados en el torneo para analizar sus resultados. Los autores concluyeron que los sujetos con mayor rango en Karate también tenían niveles significativamente más altos de autoestima, autoeficacia y autoconfianza. También se determinó que los sujetos que recibieron trofeos al día siguiente, también tenían niveles significativamente más altos de autoestima que los sujetos que no ganaron trofeos.

El KTS también demostró que los ganadores del trofeo daban más importancia al Karate en su vida cotidiana. Este estudio encontró que las personas con mayor autoestima, autoeficacia y autoconfianza parecían tener mayor capacidad en su deporte (Richman, C. L. y Rehberg, H. “The development of self-esteem through the martial arts”, 1986).

Otro experimento se llevó a cabo en la Academia Militar de West Point para observar las ramificaciones que las clases de defensa personal tienen sobre la autoeficacia física de cadetes femeninos, confianza en autopresentación física.

Fueron 80 mujeres cadetes de primer año, matriculadas en clases de defensa personal. La edad media de los sujetos fue de 18 años, y 24 sujetos (30%) eran atletas del escuadrón del Cuerpo. Cada curso de defensa tuvo una duración de nueve semanas y se componía de 19 lecciones, con una duración de 50 minutos. La autoescala de eficacia física, desarrollada por Rychman, Robbins, Thornton y Contrell, se utilizó en el estudio.

La autoescala de eficacia física se compone de 22 afirmaciones. Las primeras 10 constituyen la subescala de capacidad física percibida, mientras que las segundas 12 declaraciones suponen la subescala de confianza en autorepresentación física.

Los sujetos fueron capaces de intercalar sus autopercepciones sobre cada punto mediante el uso de una escala de Likert de seis puntos (1 totalmente de acuerdo a 6 en desacuerdo).

La escala de autoeficacia física ha demostrado tener validez “satisfactoria” en comparación con la escala Tennessee de autoconcepto.

A los sujetos se les administró encuestas en el primer y último día de sus clases. Una comparación expuso una diferencia significativa entre el tiempo y la subescala de capacidad física percibida. Las calificaciones de las asignaturas disminuyeron significativamente en la subescala de subescala de capacidad física percibida. No hubo diferencia significativa en la subescala de confianza en autorepresentación física (Winkle, J.M. “Self-defense and it’s impact on physical self-efficacy of female cadets at the United States military academy” , 2003).

La mayoría de los estudios revisados han mostrado un aumento en la autoconfianza, la autoeficacia y la autoestima a través del entrenamiento en las artes marciales

La única excepción en la revisión es el estudio Winkle realizado en la Academia Militar de Estados Unidos, en el que los sujetos muestran una disminución de la capacidad física percibida al final del curso.

Al contemplar las razones de por qué el estudio Winkle es un caso atípico, hay dos factores importantes que deben ser tomados en consideración.

El primero es la cantidad de tiempo dedicado al estudio de las artes marciales. Los sujetos en Winkle solamente estudiaron durante nueve semanas. Los otros estudios realizados y revisados que demostraron mejoras psicológicas en sus sujetos a la terminación de un programa de artes marciales se llevaron a cabo en un lapso de 16 semanas o más.

Tampoco debe olvidarse el estudio Richman y Rehberg en el que artistas marciales de más alto rango muestran mayores niveles de autoestima. Los artistas marciales de nivel superior tienen un mayor período de tiempo de permanencia en las artes marciales, en comparación con sus homólogos de menor rango.

Podemos concluir que el tiempo es un factor importante para mejorar los factores psicológicos a través de la práctica en artes marciales.

El segundo tema que debe ser discutido es el nivel de contacto físico y la resistencia que los sujetos encontraron en cada uno de los programas. Desafortunadamente, esta información específica no está disponible mediante la lectura de cualquiera de los estudios.

Sin embargo, sí sabemos que en el estudio femenino en la Academia Militar, las mujeres experimentaron altos niveles de contacto y resistencia por parte de sus parejas, ya que estaban luchando por un grado.

No puede suponerse lo mismo del resto de los estudios.

En el combate real siempre hay un ganador y un perdedor, a diferencia del entrenamiento en artes marciales que implica niveles muy bajos de contacto, donde los practicantes pueden sentirse bien acerca de sí mismos después de cada sesión de entrenamiento.

Debido a su naturaleza, el ambiente realista de entrenamiento puede producir disminución de sentimientos psicológicos.

Más estudios deben llevarse a cabo en esta área con el fin de explicar con más detalle la relación entre la formación de artes marciales y los factores psicológicos como el autoconcepto, la autoestima y la autoeficacia, pero a partir de la información recopilada y revisada, el tiempo de formación y los niveles de contacto son factores clave que deben tenerse en cuenta en relación a estas áreas.

DIFERENCIA DE LAS ARTES DE COMBATE Y OTROS DEPORTES EN RELACIÓN A SUS EFECTOS PSICOLOGICOS

Las artes marciales asiáticas tienen mucho en común con otras actividades físicas (como los deportes occidentales), como el entrenamiento de la condición física, la adquisición de habilidades y la actividad social. Sin embargo, también hay puntos en los que difieren.

Muchos deportes occidentales tienden a enfatizar la competencia y ganar, mientras que las artes marciales asiáticas han enfatizado tradicionalmente en el autoconocimiento, la automejora, y el autocontrol.

A diferencia de los deportes occidentales, las artes marciales asiáticas generalmente enseñan la autodefensa, involucran enseñanzas filosóficas y éticas que deben aplicarse a la vida, tienen un cierto grado de ceremonia, hacen hincapié en la integración de la mente y el cuerpo, y tienen un cierto componente meditativo.

Mientras que el ejercicio y la condición física tienen un papel en la producción de beneficios psicológicos, es probable que los aspectos no físicos de los artes marciales tengan una influencia única en el largo plazo, como se deduce de los cambios psicosociales visto en los participantes de los estudios analizados.

La filosofía de las artes marciales hace hincapié en el esfuerzo y la determinación más que en la “capacidad natural”, por lo que es una actividad atractiva y viable para personas no inclinadas naturalmente a los deportes, especialmente niños.

En segundo lugar, los estudiantes de artes marciales reciben información periódica sobre sus progresos, detallándose las áreas en que necesitan mejorar y áreas en las que ya están mejorando. Su rendimiento no es evaluado usando comparaciones con otros, sino más bien basándose en su desempeño anterior e individual.

En tercer lugar, el énfasis en la autorregulación como un valor central no se encuentra en todos los deportes. El uso de técnicas, tales como la meditación y el automonitoreo, enseñan a los estudiantes a ser más conscientes de sí mismos, y la responsabilidad de corregir sus pensamientos y comportamientos. La autorregulación se valora, modela, enseña, y refuerza en este tipo de entrenamiento.

Por último, tanto los niños y jóvenes adeptos a deportes y los que no lo son, a menudo se ven atraídos por las artes marciales, lo que sugiere que esta es una actividad que puede atraer a una amplia gama de personas. Esto es algo que no puede decirse de todos los programas deportivos.

Una serie de estudios apoyan la hipótesis de que los beneficios del entrenamiento en artes de combate son diferentes de otras actividades. El entrenamiento en Aikido para cadetes militares fue más eficaz para mejorar la autoconfianza individual y la moral del grupo que otras formas de capacitación, incluida la formación de fitness, entrenamiento de resistencia y entrenamiento de carrera de obstáculos.

Cuando se evaluó un año después de que terminaron un curso de un semestre, los estudiantes de artes marciales mostraron un aumento en sus puntuaciones para los sentimientos de autocontrol y los puntajes más bajos para los sentimientos de vulnerabilidad y riesgo de ataque. (Spear, 1989).

Un semestre de Tae Kwon Do aumentó la autoestima, no observando ninguna mejora en ese sentido en los sujetos control (Finkenberg, M. E. “Effect of participation in taekwondo on college women’s self-concept”, 1990).

Una limitación de los dos últimos estudios es que los sujetos no fueron asignados aleatoriamente. Si bien estos estudios muestran diferencias entre las artes marciales y otras actividades, no todos los cambios psicosociales parecen ser exclusivos de las artes marciales.

Es probable que algunos de los beneficios psicosociales de la práctica de artes marciales se originen en la actividad física, ya que el ejercicio de muchas formas puede promover el bienestar psicológico. No obstante, comparando directamente la práctica de las artes de combate con otras actividades físicas, sugiere que aquel entrenamiento produce cambios psicosociales positivos que son mayores en magnitud y diversidad que los producidos por muchas otras actividades físicas.

DIFERENCIAS ENTRE LAS ARTES DE COMBATE EN RELACIÓN A SUS EFECTOS PSICOLOGICOS

M.E. Trulson comparó clases “modernas” de artes marciales con clases “tradicionales”, y se encontró con que los resultados no eran iguales (Trulson, M. E., “Martial arts training: A novel “cure” for juvenile delinquency”, 1986). Identificó un número de factores presentes en las clases tradicionales que no existía igualmente en las clases modernas.

En primer lugar, el instructor en las clases tradicionales era un modelo a seguir de carácter más alto. En segundo lugar, el acondicionamiento físico incluía una integración de la formación psicológica y moral.

Los instructores enfatizan el respeto, la humildad, la confianza, la responsabilidad, la honestidad, la perseverancia y el honor. Finalmente, hay un fuerte énfasis en el autocontrol y en el uso de las técnicas solo como autodefensa.

Estos factores diferenciales parecen ser componentes críticos del entrenamiento en artes de combate.

El autor mencionado realizó en 1986 un experimento con adolescentes identificados como delincuentes juveniles divididos en tres grupos (tradicional, artes marciales modernas, y un control), impartido por el mismo instructor.

Las clases tradicionales cumplieron con los criterios antes mencionados, mientras que las clases modernas se centraban únicamente en el combate como un deporte de competición.

Los chicos en el grupo de Tae Kwon Do tradicional mostraron un aumento del valor ortodoxia, habilidades sociales, autoestima, y una disminución de la agresividad y la ansiedad. Los chicos del grupo de “artes marciales modernas” mostraron una mayor tendencia a la delincuencia juvenil, al aumento de la agresividad, a la disminución de la autoestima, y a la disminución de la capacidad social, El grupo de control se mantuvo sin cambios.

En otro estudio (cuyas constancias no pudimos obtener, solo referencias de otros estudios), realizado en 1997 por J. Foster, los estudiantes de Karate, pero no los de Aikido, mostraron una disminución de la ansiedad luego del tiempo de observación. Este estudio tendrá que ser replicado porque los sujetos no fueron asignados aleatoriamente. Sin embargo, sugiere que ciertas artes marciales pueden conducir a cambios más rápidamente que otras. Si esto es cierto, una hipótesis es que los movimientos más complejos que participan en algunas artes marciales producen cambios más lentamente.

Por lo tanto, para promover el desarrollo positivo de los jóvenes mediante un programa de artes marciales, es muy importante utilizar un programa de artes marciales tradicionales.

TIEMPO DE PRÁCTICA

Es probable que haya cambios psicosociales tanto a corto como a largo plazo, producto de la práctica de un arte de combate. Lamentablemente hay sólo unos pocos estudios que evalúan los efectos a corto plazo de la práctica de artes marciales.

En un experimento llevado a cabo sobre una sola sesión de correr o levantar pesas llevó a reducir la tensión, la ansiedad, la depresión y la ira en los sujetos participantes inmediatamente después del ejercicio. Sin embargo, una sola sesión de Karate no condujo a ningún cambio en estas mediciones. Se observó que el nivel de actividad de los estudiantes de Karate en el estudio fue menor que la de los otros grupos (McGowan, 1991, estudio referenciado por citas anteriores).

Esto sugiere que un nivel mínimo de actividad es necesaria para que ocurran estos cambios.

Se requiere mucha más investigación en esta área antes de que se pueden sacar conclusiones acerca de los efectos a corto plazo del entrenamiento de artes marciales. En contraste con la falta de investigación sobre los efectos a corto plazo, hay un creciente cuerpo de conocimiento sobre los efectos a largo plazo de la práctica de estas artes.

Los resultados de la mayoría de estos estudios muestran que la práctica de estas disciplinas conduce a cambios psicosociales positivos en los participantes.

Estos estudios utilizaron una variedad de metodologías para examinar a los estudiantes de Jiu-Jitsu, Karate y Tae Kwon Do (Nosanchuk y MacNeil “Examination of the effects of traditional and modern martial arts training on aggressiveness”, 1989; Daniels K. y relationship between hostility and training in the martial arts”, 1990; Kroll y Carlson, estudio citado por otros trabajos, 1967; “Martial arts training and mental health: An exercise in self-help”, 1984; Richman, C. L., y Rehberg, H. . “The development of self-esteem through the martial arts” 1986).

En general, existe una relación inversa entre el grado de cinturón o el tiempo de práctica de un arte marcial y la ansiedad, la agresión, la hostilidad, y la neurosis.

Existe una correlación positiva entre la cantidad de tiempo de práctica y la confianza en sí mismo, la independencia, la autosuficiencia, y la autoestima.

Aunque estos resultados son alentadores para los que practican las artes marciales, la mayoría de estos estudios no controlan de autoselección y el desgaste con el tiempo.

Los rasgos positivos observados en los grupos más experimentados podrían deberse a que los estudiantes que tenían rasgos negativos abandonaron la actividad. Además, no había grupos de control en estos estudios por lo que es difícil inferir causalidad.

OTRAS EVIDENCIAS

Cabe señalar también que algunos estudios no encuentran efectos del entrenamiento en artes marciales.

Kroll y Carlson no encontraron ninguna correlación entre la cantidad de tiempo de práctica del Karate y rasgos de la personalidad. Esto está en contraste con el gran número de estudios llevados a cabo posteriormente.

En un estudio llevado a cabo en 1995, niños que practicaron Aikido durante 3 semanas no mostraron cambios en el autocontrol según lo informado por sus profesores (Delva-Tauilili, 1995).

Será interesante repetir este estudio durante un período más largo de tiempo y con mejores controles para ver si los rendimientos de la formación en Aikido resultan mensurables.

COMO SE PRODUCEN LOS EFECTOS

Con el fin de aplicar estos resultados a la propia práctica, es importante entender cómo el entrenamiento de artes marciales podría dar lugar a estos cambios positivos.

También es importante saber si estos cambios ocurren con todos los estilos de artes marciales.

Se puede argumentar que lo que se desarrolla en las artes marciales son condiciones preexistentes. Sin embargo, también existe la posibilidad de que el entrenamiento genere un desarrollo más allá de esa base.

Nosanchuk y MacNeil examinaron las tendencias agresivas de participantes en distintas escuelas de Karate, Tae Kwon Do, o Jiu-Jitsu. En cada escuela, evaluaron la importancia relativa de la meditación en la clase, la cantidad de respeto que los estudiantes mostraron hacia el Sensei del Dojo y entre ellos, el nivel de contacto permitido a las áreas vitales del cuerpo y la importancia relativa de Kata. (Nosanchuk y MacNeil, “Examination of the effects of traditional and modern martial arts training on aggressiveness”, 1989).

Los estudiantes principiantes en las escuelas tradicionales y modernas tuvieron puntajes similares. Los estudiantes más avanzados en las escuelas tradicionales mostraron puntuaciones más bajas para la agresión que los estudiantes iniciados.

No hubo cambios en las puntuaciones de los estudiantes en las escuelas con el énfasis “moderno”.

Sin embargo, los estudiantes de artes marciales tradicionales mostraron incrementos significativos en las puntuaciones para la autoaceptación, que no se observó en los estudiantes con un énfasis moderno en la formación.

La investigación apoya la hipótesis de que es el ambiente de entrenamiento y estilo de la instrucción lo que influye en estas diferencias.

Un estudio, sin embargo, mostró que los boxeadores, que probablemente no tienen ninguno de estos atributos en su formación, se hicieron menos agresivos con el entrenamiento (Husman, estudio referenciado por otros trabajos, 1955).

Esto sugiere que otro factor también puede influir en la reducción de la agresión. Una posibilidad es que el Sensei o entrenador actúa como un modelo a seguir y “predica con el ejemplo”.

Por el contrario, se ha observado una correlación negativa entre las características tradicionales de un instructor y la agresividad de sus estudiantes. Una interpretación de esto es que el instructor influye en el comportamiento del estudiante a través del modelado. Esto es similar a los sentimientos expresados por Musashi: “Que el maestro se vuelva aguja y el discípulo hilo, y que los dos entrenen sin descanso

En este momento, sería prematuro descartar los otros componentes de los entornos tradicionales de formación, ya que es probable que los instructores más tradicionales se auto ubiquen en entornos tradicionales.

Estos hallazgos sugieren que las artes marciales deben ser mucho más que patadas, piñas y derribos.

Tal vez los resultados positivos no deberían ser una sorpresa. Parece que hay una serie de paralelismos entre la psicoterapia y las artes marciales, incluyendo conceptos como energía (ki o chi), distancia, posicionamiento.

Además, la concentración, la ubicación y la anticipación tienen un uso práctico en la terapia de la salud mental.

El concepto de ceder (ju) para utilizar la fuerza de tu oponente es similar a los conceptos que se encuentran en los escritos de Erikson y otros.

Uno de los objetivos centrales de la psicoterapia y muchas artes de combate es conocerse a sí mismo y al mundo que nos rodea.

Como dijo el General Tsung Su, “Conocé al enemigo y conócete a ti mismo, y en cien batallas nunca estarás en peligro”.

Estas batallas pueden ser libradas dentro y fuera de nosotros mismos.

CONCLUSION

La evidencia empírica apoya suposiciones anecdóticas sobre las consecuencias psicosociales positivas de la práctica en artes marciales. Lamentablemente, no está del todo claro cómo esta práctica conduce a esos cambios psicosociales positivos.

El papel del ejercicio y la condición física en estos cambios no ha sido explorado. No obstante, es probable que la inclusión de los aspectos no físicos de las artes marciales durante el entrenamiento, o el papel del instructor actuando como un modelo positivo, o ambos, jueguen un papel en la promoción de cambios a largo plazo.

Una meta para la investigación futura será la de diseñar experimentos para determinar qué aspectos específicos de estas artes, afectan estos cambios positivos.

Será competencia de la naciente ciencia del Karate o del Budo -y del correspondiente enfoque multidisciplianario- el análisis de este fenómeno, entendido como “un inmejorable vector de transformación” (P. Scurzi, “La categoría científica de las artes de combate”).

Es gratificante saber que la investigación está empezando a apoyar las demandas de los viejos maestros: las artes marciales pueden ayudar a desarrollar cuerpo y mente, y pueden conducir a una mejor sociedad.

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