EL JARDINERO DE PIEDRAS

En memoria de Sensei Teruo Chinen (08/06/1941-08/10/2015)

Sensei Chinen es un hombre tranquilo, amante de su jardín, su perro y sus tradiciones japonesas. Éstas se entrecruzan y mezclan con la cultura americana tanto, que la dureza de una infancia apresurada y sus rústicos referentes okinawenses, terminan fundiéndose en el Hombre, el Padre, el Amigo, el Docente severo y gentil, agradecido a la nación que le dio la oportunidad de desarrollar su Karate tan lejos de sus maestros, pero tan cerca de sus convicciones.

Sensei Teruo Chinen en su casa de Spokane

Nació en Kobe, Japón un 8 de junio de 1941, su padre Seisho Chinen fue un joven oficial okinawense de la Marina Imperial Japonesa, que patrullaba Guam y la bahía de Tokio. Al final de la segunda guerra el Capitán del barco donde Seisho cumplía funciones jerárquicas, decide hundirlo antes que rendirse y morir junto a sus oficiales.

Seisho y Mitsuko Chinen junto a sus hijos. Kobe, 1941.
(foto del libro “Forty Years of Chambers”, editor: Linda Ziegman)

Junto a su madre Mitsuko y sus hermanos vuelven a Shuri en un viejo y oxidado bote, atravesando el drama de una guerra que se llevó a su padre en un tifón de honores y egoísmos y les dejó apenas el incierto futuro de una isla de hermosos bancos de corales, pero aún más desbastada que la región de Kobe, de donde emigraban.

Okinawa había sido arrasada por otro tipo de tifón: un tifón de fuego, hierro y plomo.

La familia se instaló en el barrio de Tsuboya, muy cerca de la casa de una leyenda local, un boticario, docente, enfermero, un sobreviviente de la batalla por Okinawa y miembro de una casta de Grandes Maestros que, desde la isla, habían desarrollado y promovido un arte de lucha sin armas: Miyagi Chojun.

Los primeros años de vida en Okinawa no fueron fáciles para la familia Chinen. Mitsuko, la joven esposa del valiente oficial que se hundió junto a sus colegas de armas por alguna cuota del honor de una feroz guerra perdida, fallece en 1951 y sus seis hijos quedan huérfanos y al cuidado de sus tíos. Teruo, tenía apenas 10 años de edad.

Teruo Chinen (segundo desde la izquierda) en 1948 junto a su tío (Jiro Aragaki), algunos de sus hermanos y primos. (foto del libro “Forty Years of Chambers”, editor: Linda Ziegman)

En 1954 comienza a practicar Karate con uno de los más importantes alumnos de Bushi Miyagi, Miyazato Ei´Ichi sensei. Esto, sin lugar a dudas, cambió su vida.

En 1969 migra a Estados Unidos, se instala en Spokane y comienza su carrera docente.

Tuve el honor de ser invitado en su casa. La vivienda está en la cima de una fracción arbolada que él supo escalonar y transformar en un hermoso jardín de terrazas de piedra y concreto, soleras y pequeñas cascadas de agua con un cerco perimetral de maderas, antiguas pero prolijamente cortadas, que lo separa de sus vecinos. Cuatro banderas, barras y estrellas, adornan la empalizada como si todos los días fueran 4 de Julio.

El frente de la propiedad al principio confunde y sorprende. La utilización de distintos elementos y materiales, lo alzan entre los copos de luz que la espesa arboleda del verano de Spokane permite.

Frente de la casa de Sensei Chinen en Spokane, WA, USA

Si prestan atención, al frente de la casa de la calle 7, verán una enorme base de piedras y cemento erigida como cerca y contención de las terrazas internas, y allí, sigilosas y atentas, conviven pegadas a las rígidas paredes, una misteriosa gárgola, un dragón hecho de granito, gigantescas bases de columnas dóricas y una placa de mármol negro con tres kanji que dan la bienvenida al ocasional visitante: Ishi Gan To. El maestro, a lo largo de los años, fue encontrando, agregando y erigiendo este sólido portal, con cierto arte ecléctico pero sin pausa.

…con la imagen en relieve del rostro de dos presidentes de USA…

La entrada a la propiedad tiene una escalinata y al final un portón de rejas con un pequeño cuadro de metal con la imagen en relieve del rostro de dos presidentes de USA. Uno es Lincoln, el otro… nunca pregunté.

Vista a la calle 7 este desde la entrada a la residencia Chinen

Al traspasar las rejas, los espacios del jardín interior se ven cuidadosamente planificados y uno nunca deja de encontrar detalles a cada paso: desapercibidas medallas, budas ocultos, herramientas antiguas, juguetes de hierro ya oxidados, patentes y carteles antiguos, cuencos de piedra. Tan variado como cautivador, el desorden prolijamente ordenado del jardín de Sensei invita a descubrirlo, cosa que ocurrirá indefectiblemente, pues el “jardín” es el DOJO.

EL DOJO DEL JARDÍN

Me ofrecí a arreglar el jardín para el Gasshuku antes que él tuviera que pedirlo, lo que por cierto agradeció profundamente, y se dispuso a conseguirme algunas herramientas.

Comencé sin más preámbulo ante la mirada atenta y sorprendida de Sensei Chinen que dirigía de cerca mi labor. Le costaba caminar y agacharse pero nunca quiso mostrar debilidad.

Casa de té y bandera… pirata.

Fue una tarde intensa, quitando malezas y restos de madera y hierros oxidados, potenciales arreglos, esculturas silenciosas que no llegarían a ocupar esta vez, un lugar en el amplio jardín.

Su charla empezó a ser más relajada y casual a medida que asentía sobre mis no trascendentes habilidades jardineras, y los correctos protocolos de presentación propios de quienes han vivido culturas diferentes, dejaron lugar a la filosofía, la historia, la música y el Arte del Karate Do. Sensei Teruo Chinen se mostraba seguro en todas esas áreas del conocimiento. Su voz pausada y precisa, era protagonista entre las motas de luz del mediodía, el canto de las aves y la reparadora brisa de verano, en un jardín que se preparaba para una semana de duro entrenamiento y camaradería.

…una tarde intensa, quitando malezas y restos de madera y hierros oxidados.

Esa tarde, entre otras cosas, descubrí el amor que Sensei Chinen tenía por el TANGO, si! la música rioplatense. Y conocía muchos… Casi que por momentos me sentí avergonzado, el me preguntaba por canciones a la que jamás le había prestado demasiada atención, infranqueables cuestiones generacionales. Había un tango en particular por el que estaba interesado y quería conocer la traducción de la letra… Adios Pampa Mía! No tuve más remedio que buscarla en mi Tablet y traducirla como pude. Cuando mi pobre versión concluyó, levanté la mirada y el hombre forjado en piedra, se había emocionado, pasaba su mano rústica por su calva cabeza y asentía como diciendo “…y cómo no va a ser mi tango preferido”.

Me dejó solo unos minutos y volvió con un abundante refrigerio. Frambuesas, arándanos, galletitas saladas y queso. Nos sentamos y me atreví a preguntar.

LAS CÁMARAS DEL GUERRERO

-Sensei, ¿conoció a Miyagi Chojun?

-Sí, yo era un niño – recordó – Bushi Miyagi era un hombre muy importante en Okinawa. Una vez mi hermano mayor Hirokazu se lastimó el hombro y mi madre lo llevó hasta la casa de Miyagi. Él le acomodó el hombro nuevamente. Nosotros vivíamos a solo dos casas.

-¿Entrenó con él?

-No. Le teníamos mucho respeto y miedo. Era un hombre serio y todos en el pueblo le hacían grandes reverencias. A esa edad mis amigos y yo corríamos buscando sapos, nos trepábamos a los árboles a comer moras o íbamos al río a tirar piedras. Mi hermano mayor sí, él entrenó con Bushi Miyagi.

Teruo con su perro Shiro y amigos, frente a la casa de su tío en Tsuboya
(foto del libro “Forty Years of Chambers”, editor: Linda Ziegman)

-Una vez – continuó – Miyagi me llamó. Mi madre ya había muerto y yo pasaba muchas horas en la calle con mi perro Shiro. Bushi ya caminaba lento y se movía con dificultad. Me llamó y me pidió que acomodara unas piedras alrededor de las makiwaras del Dojo. El Dojo estaba en el jardín de la casa de Tsuboya.

-¿y usted que hizo? – pregunté inquieto

-Las puse de una forma, luego de otra, Miyagi me miraba atentamente en silencio, hasta que finalmente me ordenó retirarme. Quizás su intención fue hacerme interesar por el entrenamiento, yo era muy niño aún.

El maestro de Spokane estaba sentado bajo la sombra de sus frondosos árboles en un asiento que el mismo había hecho con piedra y cemento. Sus palabras sonaban profundas y calmas y sus recuerdos brillaban en sus ojos.

Yo estaba tan ansioso de respuestas y él lo notó de inmediato. Tomó un trago de agua fresca y continuó: -Poco tiempo después conocí a Sensei Miyazato. Fui su “uchi deshi”. Limpiaba su jardín, traía el periódico, luego practicaba temprano en la mañana y me iba a la escuela.

-¿Entrenó en el Jundokan?

-Sí, claro. – dijo pausadamente, y continuó – en esos días el Jundokan estaba al lado de donde está ahora, era luminoso y olía a madera nueva. Hay mucha historia allí. Usted debería ir a conocer el Jundokan algún día.

Teruo Chinen en el viejo edificio del Jundokan (foto del libro “Forty Years of Chambers”, editor: Linda Ziegman)

La charla se cortó bruscamente por un llamado telefónico, que Sensei atendió de inmediato. El jardín no era lo único que requería de atención apenas horas previas al Gasshuku.

Una de las plateas del jardín ya arreglado

Cuando terminé mi trabajo Sensei me llevó hasta el hotel en su camioneta Chevrolet 1938, si mal no recuerdo, una pick up con makiwaras incluidas… Mis compañeros de práctica me habían contado que en un par de oportunidades, durante Gasshukus pasados, Sensei sacaba la camioneta los paraba detrás, frente a las makiwaras y a golpe de puño los exhortaba a hacer avanzar la máquina, al grito de Ichi, Ni, San….

Bajaba el Sol sobre la avenida 7E y calle Hatch, ya era hora de ir a descansar, el jardín había quedado prolijo y a la mañana temprano, empezaría el seminario.

Parte del “campo de batalla” de lo que serían siete días intensos

Su voz aún resonaba en mi mente: “Usted debería ir a conocer el Jundokan algún día.”

Un Buda durmiente en el jardín.

Responsum

Llueve en Buenos Aires.

Hoy me enteré que Sensei Teruo Chinen partió.

El influyó fuertemente en mí y en mi Karate. Quizás teníamos opiniones disímiles respecto a la enseñanza, pero yo lo admiraba. Admiraba su historia, su perseverancia, su amor por las cosas simples, su coraje y entereza para afrontar la vida.

Hoy llueve en Buenos Aires y en muchos de nosotros seguirá la lluvia hasta que la transformemos en recuerdos, anécdotas, sonrisas…

Sensei Chinen me preguntó aquella tarde, mientras me estaba conociendo: -“Pablo, ¿a usted le gustaría ser fuerte y veloz como un tigre?”

–Si claro Sensei, me ayudaría con mis alumnos. – respondí sonriendo.

-“Cuando un tigre muere deja su piel, pero cuando un Maestro muere deja su ejemplo y sus lecciones y si estas fueron lo suficientemente buenas, quedarán por siempre. Es preferible ser un buen maestro que un tigre.”

Pequeño Dojo a un costado de la propiedad. Nunca lo usamos durante el Gasshuku. (Foto de Anthony Boccaccio)

Mis recuerdos fluyen como los prístinos arroyos de Spokane y se arremolinan en sentimientos encontrados.

Usted, querido Sensei como los grandes maestros de la historia, vivirá por siempre en la memoria de quienes tuvimos el honor de conocerlo.

Descanse en paz Maestro y Gracias!

Lugar de descanso de Sensei Chinen

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